El domingo que Robert Kubica sobrecogió al mundo del motor con su grave accidente durante un rali en Italia, Fernando Alonso fue el primero en llegar al hospital del Génova donde ingresó y todavía sigue hospitalizado. La semana pasada encontró un hueco para visitar de nuevo a su amigo, el único piloto con el que tiene lo más parecido a una amistad, dentro de lo difícil que son las relaciones en el canibalismo competitivo de la Fórmula 1. "Estuve una tarde con él intentando animarle. Ya se recupera pero el hospital es duro y son 16 horas sin hacer nada, sin poder moverse de la cama".

El asturiano desveló que el polaco tiene muchas ganas de regresar a las carreras y que no descarta hacerlo este año. "Juntos miramos el calendario y las fechas de las últimas carreras, porque quiere volver antes del final". Las múltiples fracturas del piloto de Lotus Renault le supusieron tres operaciones, en total, 25 horas de quirófano y muchos días de reposo, a la espera de que le den el visto bueno para iniciar la rehabilitación.

De la temporada de Fórmula desveló poco Alonso. Que le parece bien la suspensión de la carrera de Baréin, porque la situación allí no es la ideal para llevar un Gran Premio. Y que de los entrenamientos de pretemporada no tiene más conclusiones que las que le da su coche. "¿Que si estoy contento? Sí. ¿Qué si el coche el coche es fiable? También. ¿Qué si es rápido? Eso ya lo veremos en Australia".

De puntillas, pasó sobre la última polémica que llega de Inglaterra. Una biografía no autorizada de Bernie Ecclestone le acusa de un intento de sabotaje contra Hamilton en el Gran Premio de Hungría. "No debéis creeros todo lo que se publica en otros países". Y pasó página directamente, para entretenerse en explicaciones sobre el nuevo alerón móvil, el Kers y su complicado protocolo de activación; o la gran influencia de los neumáticos Pirelli.