El Valencia consumó ayer ante el Betis una debacle previsible. Se olía que el equipo regresase con una derrota, a pesar de la pésima racha de su rival, que no ganaba desde el mes de septiembre, que no encontraba respuestas. Así se intuía en el entorno del club, así lo temía el presidente Manuel Llorente, cuando acudió el viernes al vestuario para reclamar valores tan básicos como actitud, orgullo y amor propio, discurso que horas después recitaría en la sala de prensa, Unai Emery. «Quién no dé dos pasos hacia adelante, lo perderemos», dijo. Las secuelas de la pesadilla eran conocidas. El año pasado, tras ser eliminados por el Schalke 04, el Valencia fue vapuleado sin oposición en Zaragoza. Ayer, con la agigantada imagen de Drogba grabada en la memoria, el equipo blanquinegro se dejó remontar con dos goles en el descuento un partido que nunca mereció ganar. Por desgana, por indolencia, por toda la reconocible apatía con la que se deja arrastrar después de cada decepción. El dolor para el valencianismo es el mismo, pero esta derrota no pilla por sorpresa a nadie.

Contemplativo, jugando al ralentí, sin profundidad alguna en su fútbol y sin apenas chutar a portería. Tampoco es una cuestión de suerte. Incluso su tanto fue marcado en propia meta por los locales. Es el tercer autogol que sonríe a los valencianistas este curso. Sometido a los designios del Betis, que sólo se valía de gallardía, el Valencia jugó con fuego y acabó quemándose con todo merecimiento. Sólo la diferencia cualitativa en la contundencia rematadora entre Betis y Chelsea evitó una réplica exacta del mal trago en Stamford Bridge. Porque, por lo demás, la caricatura fue la misma.

El Valencia quiso capear su temporal aguantando la pelota y esperando con paciencia que los minutos pasaran, jugando con la impotencia de un Betis colmado de cautelas. Pero ésa es una interpretación generosa del planteamiento de salida de los de Emery. Porque el problema era del Valencia, que no tenía claridad para llegar con peligro a la portería bética. Sólo en el minuto 8 contó con una excelente ocasión, a cargo de Soldado, que recogió un pase fenomenal de Tino Costa y chutó a romper, al primer palo, flanco bien cubierto por Casto, que despejó a córner. Hasta con cinco saques de esquina contaría el Valencia en la primera mitad, pero las jugadas a balón parado, uno de los puntos fuertes del equipo, tampoco eran explotadas. El Valencia reclamó unas posibles manos de Nacho, que controló un balón caído acunándolo con el brazo izquierdo. Pérez Lasa no vio nada. El juego, a pesar de la velocidad que el césped mojado por la lluvia daba a la pelota, era lento, sin alternativas.

El Betis, a falta de resultados, va bien provisto de fe. Anunció su presencia en el partido con las explosivas apariciones por la derecha del joven Pozuelo, descarado y virtuoso, un extremo de escuela andaluza al que ya le sigue los pasos Ferguson para el United y que ayer se las hizo pasar canutas a Mathieu.

Autogol y harakiri

Con más brío salió el Betis en la segunda mitad, con un juego directo sorprendió a un Valencia contemplativo, que presentó un agujero en la banda de Barragán, desafortunado en defensa y clave en los dos goles encajados, al no estar atento a la marca y no romper el fuera de juego. Primero avisó Beñat y Alves apareció salvador. El Valencia intentó quitarse de encima el dominio con un ajustado disparo al palo de Jonas, igual de ausente como en Stamford Bridge. No tardaría en ser sustituído el brasileño, cuya efervescencia en el juego de ataque va evaporándose, para desesperación de Soldado. En la siguiente aproximación, el Valencia creyó llevarse el partido. Costa mandó un gran envío hacia la incursión de Mathieu, que sin dejarla caer cedió el balón a Soldado, que sólo tenía que empujar la pelota pero que vio cómo se le cruzaba el central Dorado, que involuntariamente marcó.

Por mucho que no lo mereciera, el Valencia tenía la oportunidad de remachar un partido encarrilado. O como mal menor controlarlo, durmiendo la pelota, dejando que murieran tranquilamente, sin más noticia, los 25 minutos restantes. Unai Emery, con los cambios realizados, escogió la segunda opción. Pero el Valencia no contuvo nada. Se vio desbordado por un Betis que, con todo perdido, prefirió creer. Llevaba tres meses sin ganar pero Castro marcó dos goles en tres minutos. Así de justo es el fútbol y así de indolente es este Valencia.