La final de la segunda ronda de la máxima competición profesional de Escala i Corda que organiza Val Net animó de manera especial las gradas del trinquet de Pedreguer, uno de los clásicos en la competición. Ambiente bien fundamentado porque el cartel no podía ser más atractivo: el campeón individual frente a un resto con años de carrera, con mucha calidad técnica y con altibajos en sus aspiraciones como profesional. No parece que ha acabado de tener la continuidad y la suerte necesaria Adrián de Riola. Y sin embargo, ayer venció y convenció en esta tesitura, solventó la partitura que le correspondía, con su habitual destreza técnica y con su gusto escénico, que le convierten en uno de los artistas preferidos de los entendidos, que no todos los que pisan los trinquetes pueden presumir de ese calificativo.

Una orquesta afinada

Adrían sabe de pelota, gusta de su práctica, disfruta de su ejecución y hace vibrar los aficionados cuando se recrea en los trinos o en los calderones. Desconozco si el buen pelotari de La Ribera conoce algo del arte de la partitura pero no me cabe la menor duda de que, si lo practicara sería también un intérprete creativo, diferente, singular. Que es lo que se valora. Lo rutinario y previsible pasa desapercibido para casi todos.

Ocurre que para lucir individualmente se necesita en este deporte, cuando se juega como se hace en el Bancaixa, de un acompañamiento que no desentone, tan brillante como pueda ser el solista. Y habrá que reconocer que Félix, el de Dénia, es una músico que lanza al viento las más agudas y refinadas de las notas. Remata los compases con convicción, sin titubeos ni imprecisiones. Es uno de esos músicos que arranca aplausos espontáneos. Y ayer, cerquita de su pueblo natal quiso lucir como toca.

Algo parecido le ocurre al joven Tomás, que tiene pinta de ser un sereno percusionista que domina el ritmo con una elegante precisión. Redobla y marca tiempos como corresponde y a pesar de su juventud comprende y entiende la armonía de un conjunto, sin necesidad de direcciones. Ha cautivado este chaval, que ayer, cuando más falta hacía, más inspirado se mostró.

El equipo de Dénia, que es el de Álvaro, comenzó marcando los ritmos, dominando la escena y colocando hasta tres juegos de ventaja a su favor, pero decayó en su inspiración. Álvaro, destacó en su niñez y adolescencia como un músico de la banda de Faura- siempre prestigiosa-interpretando la siempre dificultosa tuba. Álvaro conseguía de ella un sonido pétreo, sólido, pero habrá que reconocer que ese instrumento castiga más, exige de una fuerte contextura pulmonar. Y el chaval ya no es tan chaval y no sé si eso es lo que ayer le pasó en la recta final, en la que, todo sea dicho, tampoco salieron a su encuentro sus compañeros. Parecían embelesados ante la conjunción armónica de la orquesta rival, que en esos momentos finales, redobló su inspiración para vencer. El concierto gustó a los espectadores.