"Aquí mandamos los entrenadores y si los padres se meten en nuestro trabajo y molestan a los chavales, les damos dos avisos. Al segundo, les invitamos a que no vuelvan". La frase es de Oscar Rubén Valdez, exfutbolista del Valencia y director de la escuela de fútbol que lleva su nombre, en Picanya. Valdez no se deja intimidar por el comportamiento protector y hasta violento de algunos progenitores, una especie afortunadamente a la baja en todas las escuelas deportivas. El primer día del curso lo deja claro, para que después no haya sorpresas. "Los niños vienen a divertirse y a aprender, eso es lo primero. Competir es secundario", advierte en la charla de presentación de sus "campus".

El fútbol, el tenis, el baloncesto, la esgrima, el esquí... ningún deporte se escapa a la figura del padre o la madre que traspasa la barrera del sentido común para entrar en terrenos peligrosos. Las presiones psicológicas a las que algunos someten a sus hijos llegan a puntos insospechados: Al abuso, a las agresiones, al secuestro, a los insultos, a las amenazas o incluso a una malversación de fondos, como denuncia la extenista Arantxa Sánchez Vicario en su libro Vamos, Arantxa. En el caso de la exjugadora catalana hay versiones contradictorias, pero ha vuelto a recordar los conflictos en la gestión familiar de talentos deportivos.

La frustración suele estar detrás de los padres ultraprotectores, gente que quiere convertir a su hijo en un campeón del deporte, sin "Se da en todo tipo de deportes y en otro tipo de actividades, como la danza o la música. La base del problema está en que el papá o la mamá proyecta sobre el niño algunas de sus frustraciones, eso que él no pudo hacer y que quiere que lo haga su hijo o hija", explica José Carrascosa, psicólogo del deporte y director de www.sabercompetir.com. Por su diván han pasado todo tipo de pacientes, la mayoría con una evidente falta de cariño, la palabra "mágica" en todos los conflictos emocionales. "Un día vi hundirse a un futbolista extranjero. Vivía aquí, a 4.000 kilómetros de su familia, y la primera pregunta que le hacía su padre cuando le llamaba era un reproche: '¿Por qué no jugaste el partido?, y nunca un '¿cómo estás?'", recuerda. Aquel jugador no llegó a triunfar. Suele ocurrir cuando este perfil familiar se repite. El talento es un don que puede venir en forma de bendición para una familia o un arma de doble filo para quien no está preparado para saber llevar la fama y el dinero.

Por ser un escenario abierto, muy concurrido por el alto número de participantes y la facilidad para formar parte de cualquier equipo, el campo de fútbol de barrio o de pueblo refleja regularmente este problema. En vez de ser un vehículo para la educación y la formación de los pequeños, a veces el deporte es un caldo de cultivo para la violencia. El árbitro, el entrenador o hasta un compañero de equipo suelen pagar la ira de los padres intoxicadores. "Con esa actitud, están muy encima del niño y se convierten en todo: Su mentor, su entrenador... y al niño lo acaban agobiando. El chaval acaba odiando el fútbol y acaba dejándolo. Ese tipo de padres son el factor más importante para el abandono de la práctica deportiva de los niños, está muy estudiado", relata Carrascosa. La exigencia familiar se ha relacionado, incluso, con un mayor índice de lesiones. Luego, vienen otros problemas más graves. "Una excesiva presión produce un bloqueo emocional que va a afectar a diferentes aspectos como pueden ser la fluidez de movimiento, la toma de decisiones, la concentración o la percepción de los que sucede en la competición", explica David Goig, profesor de psicología de la Universitat de València y director del área psicológica de la escuela de fútbol del Levante UD.

El problema se intensifica, habitualmente, en los deportes individuales. El tenis, un mundo altamente competitivo, con mucho dinero en juego desde edades tempranas, es la punta del iceberg. Está repleto de episodios escalofriantes, algunos con suficientes argumentos para producir películas de miedo. Una estadística demostró hace unos años que todos los jugadores de torneos juveniles de tenis dejaban de jugar antes de los 16 años de edad. Sus razones tienen.

Viajes por todo el mundo, intensos entrenamientos, disciplina militar y sentido de asumir la responsabilidad económica familiar forman un cóctel venenoso, muy habitual en el tenis. En el panorama femenino, especialmente. Por una razón: Al madurar físicamente antes, la competencia en los campeonatos femeninos se produce desde edades muy tempranas. Sin relaciones afectivas familiares, el problema suele agravarse a partir de la adolescencia. Ocurre cuando hay un talento reconocido. Entonces, la familia entra en una espiral y es difícil salir. "Hay una fase posterior, que la he visto en futbolistas profesionales y ocurre mucho en el tenis. Cuando el niño tiene talento y puede ganar mucho dinero. Entonces, el padre ya no tiene un hijo, sino un deportista de elite que te puede salvar la economía. Es como una inversión en bolsa, están esperando a que la inversión se rentabilice. La novia o el novio se convierte en competidor económico. El ambiente familiar se puede hacer insostenible", añade Carrascosa.

Las consecuencias psicológicas de en el caso de los niños presionados para que sean estrellas del deporte pueden ser dramáticas. Algunos se dan cuenta de que no cubren las expectativas de los padres, lo que da lugar a una pérdida de autoestima, alteraciones del equilibrio psíquico y creación de unos valores más ficticios que reales. Un niño que siente que no satisface a sus progenitores puede convertirse en un caso patológico.

No es raro, en medio de tanta competitividad, que aparezcan casos de dopaje entre deportistas cada vez más jóvenes. Es cada vez más infrecuente, pero hay una estrecha relación con la exigencia familiar de dar la talla.

El sentido común va ganando terreno, afortunadamente, en los últimos años. "Los padres están cada vez mejor formados".

Pero, ¿por qué unos deportistas soportan la presión familiar y otros no? Depende de muchos factores. "En general, las personas desarrollamos estrategias que nos sirven para superar las situaciones estresantes que nos rodean. Desgraciadamente, estas habilidades no se enseñan de forma sistemática aunque sí que hay muchas personas que las aprenden a través de sus propias experiencias por ensayo y error", explica David Goig.

El deporte también nos deja casos donde impera el sentido común. Afortunadamente, son la mayoría. Deportistas que han contado con el apoyo del padre o la madre para aprender a tomar sus propias decisiones. Es el caso de Víctor Claver, el jugador internacional del Valencia Basquet, orgulloso de las lecciones de sensatez que le dio su padre, el fallecido Javier Claver. "Primero los estudios, y después los caprichos", le insistió cuando le llegó una oferta de la NBA.