Hubo un tiempo en el que las cosas tenían su orden establecido y los asuntos se despachaban en su correspondiente ventanilla y por riguroso trámite administrativ0. Ahora no. Ahora la gente se come los tomates „de invernadero, claro está„ en noviembre, sin esperar a degustarlos a principios de verano, que es cuando toca; o se zampa unas ostras en pleno agosto, cuando su textura es idéntica a la de un yogur precalentado. Se ha perdido el rigor y hasta la organoléptica: nada es ya aquello que parece.

Debe ser por esa misma razón por la que los intermediarios de fútbol han dejado de ser estacionales „su época de esplendor era el verano„ y ahora están todo el año en constante actividad, unas veces de forma larvada, otras en plena ebullición. Más aún: en sus inicios, estos agentes solían ser simples aficionados al fútbol „eso sí, bastante espabilados„ que, por parentesco, amistad o simple osadía, se metían a negociar entre los clubEs y los jugadores, a quienes cobraban una comisión por dar la cara y poner el palique. Ahora, alguno de esos agentes han pasado a convertirse en auténticas multinacionales, con divisiones ejecutivas especializadas en mercadotecnia, derecho fiscal, relaciones laborales, propaganda, comunicación... Administran „y obtienen„rentas astronómicas.

Otro cambio importante: en sus inicios, estos representantes asesoraban a jugadores o entrenadores hechos y derechos, pero poco a poco han ido ampliando su cartera de afiliados y hoy no hay tuercebotas que se precie que no tenga su(s) representante(s). Por Paterna, donde la Escuela del VCF, pululan como moscas, sin ningún título que les acredite ni ningún certificado que les avale. Al contrario: en ese oficio, el más tonto hace relojes. La actividad se ha ido ensanchando por la base: de los juveniles de hace unos años, han pasado a pastorear con niños que están casi por destetar, y en los que algunos padres desaprensivos creen poseer una mina de oro que les arreglará el futuro.

El Valencia CF vive estos días una de esas kafkianas situaciones en las que, por una simple promesa de 16 años, su agente, Toldrá (s) está manejando cantidades sonrojantes, sobre todo si se comparan con las estrecheces que padecen los jóvenes „y veteranos„ investigadores, con la consiguiente trascendencia social entre unos y otros. Una vergüenza. El gran bazar futbolístico permanece abierto todo el año, 24 horas al día y a su pujante auge ha contribuido en gran manera la prensa. Los representantes mueven sus piezas con la maestría de un trilero y algunos periodistas pican inocente y reiteradamente en la trampa. A cambio, el periodismo recibe el necesario alimento para llenar horas, espacios, páginas... ¿Qué sería de los Telediarios de TVE si no existiera Gareth Bale y su procelosa negociación con Florentino? ¿Y el culebrón Ancelotti, que tanto juego le viene ofreciendo a la prensa madrileña?

Aquí nos aguarda un aburrido verano con el serial de Roberto Soldado „con la variable Negredo como contraargumento„ que va a ir para largo si dejan que su representante maneje el asunto y marque la pauta a seguir. En el caso del VCF, vamos a comprobar qué precedentes sientan Salvo y sus bisoños consejeros. Hasta ahora, alguno de sus predecesores en el cargo compatibilizaba el mantel en casa del intermediario, con la mesa del Consejo de Administración que decidía sobre sus representados. Feo. Al menos hay que guardar las formas.

Pero mucho me temo que cierta prensa, algunos dirigentes y muchos agentes seguirán retroalimentándose sin reparos éticos. Se necesitan. Periodista y directivo son cooperadores necesarios del trilero. El uno le hace de aguador y le avisa de los peligros que acechan. El otro le sirve de gancho para captar clientela. Ambos marean la perdiz hasta que algún inocente cae en la trampa y el pájaro salga volando con la pasta.