El nombre de Tendillo pone firmes a cualquier valencianista. Resulta que su hijo, Alberto, de 19 años es un central del Valencia, que incluso entrena habitualmente con el primer equipo. Pero resulta que el presidente que se comprometió en cuidar la cantera por encima de todas las cosas, ha fichado a un central de Portugal, de la misma edad, llamado Rúben Vezo. No se trata de dirimir si Tendillo es mejor que Vezo, o viceversa, sino en poner de manifiesto que de nuevo se ha puesto el nombre de la cantera en vano para alcanzar la presidencia del Valencia. Desde el punto de visto formal, Salvo ha desparramado toda su palabra con la incorporación de Vezo, que ojalá salga bueno. Porque pagar por un perfil de jugador similar a lo que hay en Paterna es un despilfarro. Aunque temo que le da igual, porque Salvo ha llegado al Valencia para promocionarse gratis. La culpa no es suya, sino del concejal Grau y del vicepresidente Císcar que lo acreditaron contra el sentido común.

Impresentable. De sobra es conocida mi opinión sobre el trabajo de Braulio Vázquez en el Valencia. Muy deficiente, calificación que reitero para los olvidadizos. El secretario técnico debió negociar su salida nada más llegar Salvo, pero antepuso sus intereses pecuniarios al del valencianismo. Eso no quita para censurar las formas de su despido, propias de una república bananera o de una empresa de economía sumergida. El presidente debió ser valiente y ser él quien se lo comunicara a la cara, y luego dar las pertinentes explicaciones públicas. Pero no me extraña que Salvo también haya renunciado a la prometida transparencia, y se haya escondido en Asia, nada menos, sabiendo que aún tiene a su vera a Vidagany, el vocero que lo ha expuesto en exceso y que ahora lo compromete en cada uno de sus actos.

Rateros de ideas. Recibo con gran alborozo, que los que exaltaban el paso errático de Salvo, lo comparen ahora con Juan Soler, aunque con tres meses de retraso. Cedo los derechos de autor, siempre que sea por el bien del Valencia, pero el que debe andar muy preocupado en estos momentos es el presidente, porque el fino hocico del roedor detecta antes que nadie la inundación, además es el primero en abandonar el barco.