Para qué sirve Messi? Para estar ahí. ¿Para qué sirve la torre Eiffel? Para que esté donde está. Cuando Eiffel construyó su famosa torre con motivo de la Exposición Universal de París de 1889, muchos se echaron las manos a la cabeza porque aquél prodigio técnico tan alto y tan caro era, además, completamente inútil. Es verdad que el ingeniero Eiffel insistía, con no demasiada convicción, en las posibles aplicaciones de su torre (podrían hacerse allí experimentos meteorológicos, y también servir como atalaya militar), pero estaba claro que no servía para nada práctico. Messi no es tan alto como la Torre Eiffel, pero sí muy caro. Y, por mucho que los ingenieros insistan en sus aplicaciones (atracción turística, símbolo de un club que siempre quiso ser más que un club), lo cierto es que ese prodigio futbolístico no sirve para nada práctico. La Torre Eiffel no es un palacio, ni un almacén, ni un monumento a los caídos en una guerra, ni siquiera una pirámide egipcia. Es una torre. Sin más. Una torre más ligera de lo que parece porque al fin al cabo, como dice Bill Bryson, es en su mayoría aire. Pero nada más que una Torre. Messi no es un cirujano, ni un recolector de uva, ni un escritor, ni un panadero. Es un futbolista. Sin más. Un futbolista más ligero de lo que parece porque al fin y al cabo, como dicen los defensas que tienen que marcar a Messi, cuando llegan él ya no está. Pero nada más que un futbolista.

Messi y la Torre Eiffel no sirven para nada, pero nadie se imagina al Barça sin Messi y a París sin la Torre Eiffel. Y tanto Messi como la Torre Eiffel son un prodigio de belleza y de inteligencia. Las líneas que traza Messi en el campo y las líneas que dibuja la Torre Eiffel en el espacio son absolutamente bellas, y nadie duda de que cada jugada de seda de Messi y cada una de las piezas de hierro de la Torre Eiffel sean producto de una inteligencia tan exacta como poética.