El fútbol está plagado de extraños y caprichosos códigos cuyo origen se desconoce. Igual sirven para un roto que para un descosido. Algunos los ignoran y otros se los saltan a la torera pero la mayoría cumple con ellos por motivos casi siempre esotéricos: temor a transgredir, o a padecer duros castigos del destino, o simplemente por miedo al qué dirán. La casuística es variada. Pero nunca habíamos asistido a un lance semejante al que acaba de protagonizar Sophiane Feghouli. El jugador del Valencia no acudió el miércoles por la tarde al entrenamiento al que estaba citado en Paterna, alegando que se había quedado en Argelia, donde el martes jugó con su selección, para celebrar el triunfo y la consiguiente clasificación de su país para el Mundial. Esa misma mañana había acudido a una recepción que ofrecía el presidente argelino a los integrantes del equipo. El futbolista, además, esgrimió una normativa de la FIFA que permite a un jugador que ha actuado con su selección, retrasarse hasta 48 horas en la incorporación a su equipo, si este pertenece a una confederación distinta a la del país de origen. En efecto: es el caso de Argelia, que está en Africa. Eso si, a poco más de 400 kms., al otro lado del Mediterráneo, casi a tiro de piedra de Valencia, como quien dice. La excusa, sin embargo, ha sido aceptada por el VCF.

Contrasta esa actitud tan benevolente, con la saña y rapidez con la que el presidente ajustició a Adil Rami, sometido a juicio sumarísmo por Amadeo Salvo y declarado reo de alta traición. Incluso está ya fuera del club. El procedimiento empleado contra el francés, choca con la laxitud con la que se ha tratado a Feghouli y sus excusas de mal pagador. La suya era una falta grave de incumplimiento profesional. El de Rami, en cambio, fue, como mucho, un simple delito de opinión, acogiéndose a la libertad de expresión que ampara la Constitución. Pero parece que para el VCF, el reglamento de la FIFA está por encima de la Carta Magna. Torquemada sigue vigente en Mestalla.

Eso sí, que no se equivoque Feghouli. No está en situación de andar tonteando. Mestalla ya le tiene cogida la matrícula, como se vio en el último partido ante el Valladolid, cuando fue abucheado al saltar al campo en sustitución de Alcácer. El argelino volvió de la Copa de África, bajó los brazos y aún anda desaparecido en combate. Hasta el punto de que el club ha filtrado que quiere traspasarle. Lo cual no es, precisamente, el mejor procedimiento para venderlo a buen precio. Todo lo contrario. Acabarán malbaratándolo. Y encima, él y su agente se marcharán con una sonrisa de conmiseración.