En esa historia sentimental, sendero poético, del Joc de Pilota, este pasado fin de semana ha quedado como un capítulo especialmente emotivo: ha pisado tierras valencianas Augusto Ibáñez, «Titín III», riojano, de Tricio, un pequeño pueblecito de 400 habitantes. Los grandes genios de este deporte, en Valencia, en tierras vascas y riojanas, en tierras del Piamonte o la Liguria, flamencas o andinas, siempre han surgido de pueblos pequeños, como regalos ofrecidos por las profundidades del alma de sus gentes; poetas que gritan la verdad del calor humano de cancelas abiertas, tertulias alrededor de una vieja mesa de mármol, compartiendo vino tinto jamón y orza, ofreciendo tributo a la próxima partida de pelota contra los del pueblo vecino. De aquellas tierras riojanas, en esta verde primavera, ha llegado un jugador de pelota grande entre los grandes del frontón.

Ha llegado en el otoño de su vida como deportista, con 46 años y que, con la generosa hospitalidad mediterránea, crisol de culturas, abierta a todo lo hermoso, parece haber revivido los momentos en que su nombre era coreado por euskaldunes rendidos a la magia de quien luce con orgullo nombre de emperador romano. Titín III no ha necesitado hablar euskera para ser considerado una de las leyendas de la pelota vasca, para meterse en las profundidades de los valles vasco-navarros y ganar el corazón de sus gentes. Hay algo en la pelota que une de una manera especial. ¿No hay nadie en este desdichado país que haya descubierto el valor vertebrador de un deporte que era el único de sus gentes hasta hace cuatro días?

Titín es hombre tímido y reservado, prudente en el decir y valiente en el hacer. Ganó durante más de dos décadas la estima de las gentes norteñas pues las figuras del frontón han sido y son en las tierras vascas verdaderos héroes populares. Titín es, además, una marca de identidad de La Rioja: el vino y Titín. La gente ha llenado los frontones al calor de su nombre: el pelotari con la ficha más alta de la historia „medio millón de pesetas por partida, con más de cien partidas al año„ era el más rentable para las empresas. Augusto es un embajador, el mejor, de la Rioja. Ayer, en Cheste, „por derechos históricos capital del frontón valenciano„, pueblo acogedor, donde las puertas de su templo pelotístico nunca se le cierran a nadie, Titín hubo de tomar la palabra y habló como Dios manda: agradeciendo la hospitalidad valenciana y los momentos tan hermosos que la afición de nuestra tierra le ha hecho vivir. Habló mesuradamente: en la balanza del corazón dejó claro que estaba profundamente agradecido y en la balanza del cerebro tuvo palabras de elogio para las modalidades valencianas y sus «compañeros pelotaris».

«He venido a jugar a un recinto con tres paredes, igual que en la pelota vasca y he descubierto otras formas de pegar y de entender el juego que me han gustado mucho. No ha sido difícil adaptarme. He podido comprobar lo que ya sabía: que en Valencia se vive con pasión este deporte y que su afición es muy entendida». Y remató: « dicen que para ellos es un honor jugar conmigo. Es al revés: el honor es mío; poder jugar con estas figuras, y poder fotografiarme con Rovellet y Genovés que sé que han sido unas leyendas de vuestros trinquetes». Ahí queda eso. Y después se tiró tres cuartos de hora de reloj, firmando autógrafos, siempre con la sonrisa en los labios.

¿La partida? Una exhibición de su dominio mágico de las tres paredes. Parecía el más joven de los cuatro. Desde el primero al último de los tantos no dudó en inventar jugadas. Fue, efectivamente, el emperador del frontón; hizo honor a su concepto revolucionario de la pelota vasca. Y una última anotación: en el duelo de ayer, aunque todos fuimos al calor del nombre y la estima a Titín, muchos descubrieron al mago de Raúl que, poeta como él, dibujó varios versos de ensueño aplaudidos por el maestro. Para los amantes de la estadística: Titín y Genovés II 41/Raúl y Fageca, 32.