Empezó a correr en 2010 para escapar de todo y de todos y hoy sus perseguidores son muy distintos a los de entonces: los 236.000 apasionados suscriptores de sus dos canales de Youtube. Valentí Sanjuan (Barcelona, 1981) es un tipo famoso, al que paran por la calle allá dónde va, pese a que no sale en la tele. Sus retos vitales y su habilidad comunicativa „es periodista„ le han catapultado a un reconocimiento público asombroso. Sólo hace 6 años que corrió su primer Iron Man. Hoy es un modelo de sacrificio. El Club Diario Levante se quedó ayer pequeño durante la firma de su libro «Vivir es la polla». Congregó a más de mil personas, que formaron una larga cola durante más de 2 horas.

La historia de Valentí Sanjuan tiene todos los ingredientes para llevarla al cine. Pasó de ser de un desgraciado a un ganador hace solo 6 años, después de que la vida le soltase cuatro duros mamporros en un corto espacio de tiempo. Un cáncer galopante se llevó a su madre en cuestión de un mes, se quedó sin su trabajo en una radio catalana, su pareja de toda la vida le dio portazo y el banco le reclamó un impago de 5 meses de hipoteca. Todo, en menos de medio año.

En la película Forrest Gump, el protagonista se calzó las zapatillas y ya no se las quitó hasta correr Estados Unidos de costa a costa, varias veces. Valentí tomó la misma decisión. El primer paso, prepararse el Iron Man de Lanzarote en menos de 2 meses. Una locura. Todos los consejos llevaban una carga negativa: «Estás loco, no lo podrás acabar», «odiarás el deporte para el resto de tu vida» y advertencias similares. 61 días después, cruzaba la meta en 12 horas y 55 minutos, 4 horas antes de que se cerrase el control (17 horas). A la semana siguiente, ya estaba preparándose un Ultraman. Así, hasta ahora. La Maratón de Sables (cruzar el desierto en 7 días), la Titan Desert, cruzar la costa de Costa Rica (250 kilómetros) corriendo, cubrir el Camino de Santiago francés al trote... El mes pasado terminó la prueba más exigente del mundo, según él: La Madrid-Lisboa. 760 kilómetros, subiendo y bajando montañas. «El cuerpo te peta y es la cabeza la que te guía. Son 50 horas y, a las 30, te duermes sobre la bici. Es el límite». «Cuando ya no hay fuerzas, entonces proyectas buenos momentos y tiras para adelante», añade.

Paradoja: entre sus miles de seguidores, hay gente que no hace deporte. «A mí me sirve de referente para llevar mi adelante, en todo», asegura David, uno de los integrantes de la larga cola. «Vengan malas o buenas, como en las carreras, el motor de la vida es la actitud. Así es como se traspasan todas las fronteras que quieras. Hay que acordarse, de vez en cuando, que un día todos estaremos en la funeraria», asevera Sanjuan.