Noche y partido para no olvidar. Así se vivió ayer en la Fonteta un choque que seguro pasará a la historia del club como uno de los más completos que ha firmado y que además tuvo la consecuencia inmediata de clasificar a los valencianos a su séptima final europea de la historia. El conjunto de Pedro Martínez maniató totalmente a un Hapoel Jerusalén que se mostró indolento y sobrepasado durante prácticamente todo el choque salvo los destellos de talento que mostró Jerrells. El Valencia Basket estuvo mejor que si rival en todo, sabedor de que jugando a su máximo nivel pocos equipos pueden superarle y menos aún en la Fonteta. El pabellón valenciano subió la temperaturas y los decibelios a extremos considerables. La famos caldera taronja estuvo más en ebullición que nunca. Su fragor incansable fue más que un dolor de cabeza para los de Pianigiani que por si no tenían bastante con lo que les ocurría en la pista, la grada les ganó el aspecto moral. Los jugadores fueron reclamados al final del choque para volver a salir de la pista, el propietario Juan Roig no dudó en felicitar a sus jugadores, y estos respondieron a sus incondicionales con fotos y firmas, un gesto que no nos hace olvidar que el baloncesto tiene esas cosas que lo hacen diferente en las buenas o en las malas. Ahora espera el Unicaja, que curiosamente será el próximo rival en liga el sábado. Una trilogia que promete emociones fuertes y que encamina al Valencia Basket a su cuarto entorchado continental. Lo tiene en su mano, ahora falta el último paso.

Otro tercer cuarto definitivo

Tanto el Valencia Basket como el Hapoel salieron con nervios a la pista, acusando lo mucho que había mucho en juego. El conjunto de Pedro Martínez trató de imponer una fuerte defensa y ser valiente en el rebote. Con un juego coherente y menos individualista que su rival consiguió marcar las diferencias desde el inicio. El equipo de Pianigiani solo tuvo en Jerrells con tres triples en la primera mitad la única amenaza para los taronja toda vez que se realizó un excelente trabajo sobre jugadores como Stoudemire o Kinsey que apenas tuvieron resonancia. Aunque el trabajo colectivo primó San Emeterio fue el motor de los valencianos en la primera parte haciendo casi todo bien. El cántabro estimuló los ánimos de la Fonteta y de sus compañeros que crecidos por la buena línea por la que andaba el partido elevaron los decibelios tras conseguir una más que interesante ventaja al descanso (44-32) que propició que un casi siempre inexpresivo Pedro Martínez subiera los puños contagiándose del ambiente mágico que se vivía. El paso por los vestuarios fue un martirio para los israelíes que se vieron atropellados por un Valencia Basket desmelando que infringió un parcial de 31-18 con canastas de todos lso colores y gustos. Para enmarcar. El último cuarto fue una fiesta que contrastó con las caras de decepción de un Hapoel denostado. Pedro Martínez se permitió el lujo de rotar a algún jugador e incluso los dos jugadores del filial Ferrando y Savic acabaron el choque. Una noche inolvidable. Toca el remate.