¿Promesa? ¿Compromiso? ¿Lealtad?. El mundillo empresarial valenciano anda entre sorprendido por la decisión del presidente de la Cámara de Comercio de Valencia, José Vicente Morata, conocida esta semana a través de este diario, de contratar al ex conseller de Obras Públicas Luis Fernando Cartagena como asesor personal en su cargo como máximo dirigente del consejo autonómico de cámaras. Más de uno se temía desde hace tiempo que esa vinculación laboral acabaría produciéndose, pero querían creer en su fuero interno que Morata no se atrevería. Pues lo ha hecho. Y a las primeras de cambio.

Nadie pone en duda las capacidades personales de Cartagena ni su derecho a reintegrarse en la vida laboral tras haber sido condenado a cuatro años de cárcel — que empezó a cumplir en julio de 2008, aunque ahora ya está en libertad— por apropiarse de 49.000 euros del superávit de gestión del hospital San Juan de Dios cuando era alcalde de Orihuela. Ciertamente, a algunos no les gusta ese bagaje y mucho menos que en estos tiempos de crisis se le haya contratado para cuatro años por un importe de 70.000 euros para asesorar a Morata en el consejo sobre estrategia.

Estética

Lo que una mayoría califica como error es, si se quiere, una cuestión estética y, sobre todo, la constatación formal de los primeros indicios de que la de Morata puede ser una presidencia accidentada. Y es que la secretaria general de la Cámara de Valencia y, por tanto, mano derecha del presidente, es Ana Encabo, esposa de Cartagena. Fue elegida por el pleno en mayo de 2007, pero no a entera satisfacción del entonces presidente, Arturo Virosque. Encabo venía de largos años en distintas responsabilidades en la Generalitat, entre ellas la de secretaria autonómica de Empleo, pero su principal padrino fue Morata, quien convenció a Virosque de que aceptara su nombramiento en atención a que él era ya por entonces su delfín y quería contar con Encabo para cuando fuera presidente.

El presidente cameral asegura que conoció a Cartagena en 1999. Un año antes había dimitido del Consell por los escándalos que le afectaban: el que le llevó a la cárcel y el de las primas únicas del Santander, que aún colea. Cartagena, médico de profesión, encontró acomodo en la Mutua Valenciana Levante (la actual Umivale) que entonces presidía, y sigue presidiendo, Morata. La mutua —y esto es un factor muy importante— es una entidad donde tiene mucho predicamento, como principal cliente que es su empresa, el propietario de Mercadona, Juan Roig.

La estrecha amistad que forjaron Morata y Cartagena en aquellos primeros tiempos en la mutua —Cartagena tuvo que dimitir en noviembre de 2006, pocos meses antes de que su mujer entrara en la Cámara, acosado por el caso de la apropiación indebida— tuvo su primera exposición pública con motivo de las elecciones que en abril de 2005 llevaron a la presidencia de la patronal CEV a José Vicente González.

El entonces líder de la patronal del metal había pactado con el presidente de la organización provincial, Rafael Ferrando, que éste continuara hasta la renovación dos años después en Cierval, donde continuaría para dejar vía libre a González en la CEV. Pero el deseo de la sustitución ya de Ferrando era un clamor y, en vista de la indecisión de González, un grupo de empresarios nucleados en torno a la Asociación Valenciana de Empresarios (AVE), que siempre ha liderado en la sombra Juan Roig, decidió lanzar la candidatura de Morata. Fue en ese momento cuando González dio un paso al frente y, como tenía el apoyo mayoritario de la organización, se llegó al conocido pacto de que él ocuparía la presidencia de la CEV y Morata, la de Cepymev, con el compromiso final de ser el sucesor de Virosque, de quien se suponía que dejaría el cargo en 2006. En un pis pas, Morata, un empresario del sector de la carpintería, saltó al estrellato. Cartagena fue el estratega de aquella partida. Quienes asistieron en febrero de 2005 a la cumbre empresarial de Peñíscola no pueden olvidar las horas interminables que dedicó en los pasillos a hacer campaña por su causa.

Cinco años más tarde, con Morata en la cumbre cameral, Cartagena vuelve como cerebro en la sombra. De hecho, los más avisados ya percibieron su mano en el discurso que el presidente de la Cámara pronunció el pasado día 3 en la Noche de la Economía Valenciana. Todavía no era público su fichaje, pero se barruntaba en el ambiente, en especial por su presencia creciente en los actos empresariales. Para entonces, los presidentes de las otras cuatro corporaciones camerales valencianas —Alicante, Alcoi, Castelló y Orihuela— ya estaban en el secreto. Morata había propuesto al comité ejecutivo del consejo autonómico la contratación de un asesor mediante un concurso —al que se presentaron tres firmas, según dijo a este diario— y Cartagena se había entrevistado con los presidentes camerales para explicarles su proyecto.

Resignación

Éstos parece que han aceptado su contratación, aunque sin ningún aplauso. Una resignación, no exenta de lo que alguno califica de «vigilancia constante» de cara al futuro, que también se ha extendido al comité ejecutivo de la Cámara de Valencia.

El empresariado espera que lo que muchos consideran como un error no vaya a más en una legislatura recién iniciada con aires de renovación tras quince años de mandato de Virosque. Las primeras señales no han gustado. A Cartagena se le atribuye el diseño de los primeros y activos movimientos que Morata ha llevado a cabo con otras cámaras españolas, sobre todo del arco mediterráneo, en defensa de infraestructuras comunes. Por ese camino ambos cosecharán parabienes, afirman los empresarios consultados, pero si se desvían... El tiempo dirá.