­Tras la nacionalización del Banco Financiero y de Ahorros (BFA), a Bancaja no le queda otro camino de supervivencia que la conversión en una fundación de carácter especial. El proceso parece que va a ser corto e incluso es muy posible que la asamblea ordinaria de junio de la entidad apruebe ese cambio. Será la Generalitat la que deba parir el nuevo proyecto. La oportunidad es inmejorable para tratar de poner en marcha una fundación donde se soslayen todos los errores que han contribuido a la muerte de la centenaria caja de ahorros. Sin embargo, los pronunciamientos de los últimos días y los comentarios formulados en privado por algunos actores de este proceso no invitan al optimismo.

Es significativo que el presidente de la Asociación de Impositores (AI), que ha nutrido durante décadas al PP de clientes afines que representaran al numeroso grupo de clientes, haya elevado ya su voz pidiendo que en los órganos de gobierno de la nueva fundación esté representado este colectivo. Ángel Villanueva es, con el presidente en funciones, Antonio Tirado, el consejero que más años lleva en la caja. Ha actuado como correa de transmisión del PP y ha servido con fidelidad a todos los presidentes que este partido ha puesto al frente de la caja. Algunos compañeros de consejo recuerdan estos días con estupor su pésimo ojo para elegir a los consejeros que le correspondían €unas veces por consenso y otras en comicios€ en el grupo de impositores en el reparto que efectuaba con la Unión de Consumidores de España (UCE), vinculada al PSPV.

Si Bancaja ya no es una entidad financiera, sus exclientes tienen poco que decir en la nueva fundación. Tampoco parece que deban tener un gran protagonismo los ayuntamientos, cuya representación estaba en consonancia al peso de las oficinas en los municipios. Sin embargo, resulta llamativo escuchar en las especulaciones que proliferan estos días cómo los políticos se resisten a perder el peso que tuvieron en su día y que, de hecho, siguen manteniendo en la asamblea de la entidad. Es fácil oír aquello de, «si ellos están, nosotros, también». Claro, son los dos grandes partidos. No es la mejor tarjeta de presentación para la futura fundación, desde luego.

Pero la clave está, sin lugar a dudas, en la financiación. Si, como parece, el Estado se queda con el 100 % del Banco Financiero y de Ahorros, la nueva entidad nacerá sin tener garantizados los ingresos recurrentes que antes de la nacionalización le aseguraban su participación en el 37,7 % de los beneficios del BFA. Solo quedará por gestionar los apenas cien millones de tesorería y el patrimonio artístico e inmobiliario.

Una opción es que se intente obtener de Bankia el compromiso de contribuir al presupuesto de la fundación al menos cuando consiga su saneamiento, que puede ir para largo. Visto el desastre, no habría que hacerse esperanzas, pero sí cabe esperar que, por la necesidad de mantener el vínculo con un territorio que le aporta el 25 % del negocio, Bankia tenga el detalle de colaborar más o menos generosamente.

El problema, como está sucediendo en Alicante con la negociación sobre la obra social de la CAM, es que alguna de las partes no tenga una actitud responsable. En las negociaciones sobre la antigua fundación de la caja alicantina, la Generalitat parece ambicionar un control de la nueva entidad poco acorde con la realidad de que no tiene dinero que aportar, más allá del patrimonio que queda de la obra social, no traspasada al Banco CAM. Si se descuida, el nuevo propietario de este último, el Sabadell, que sí está interesado en mantener ese tipo de patrocinio, acabará yendo a su aire y al Consell solo le quedará en las manos un muerto al que puede que no tenga ni para enterrar.

Es un dato a tener en cuenta. Al igual que es la hora de ese grupo de entidades de interés colectivo, que hasta ahora solo representaba el 5 % de la asamblea de la caja y que, tal vez, debería ser el sustento de los órganos de gobierno de la fundación que deben constituirse en poco tiempo. Tampoco estaría mal empezar a contactar con empresas que estén dispuestas a ser patronos y a poner el dinero que hará falta.