Los posibles efectos en el mundo de la decisión de la Reserva Federal (fed) de finalizar la anomalía de unos tipos de interés prácticamente en cero en EE UU desde 2008, han suscitado expectación y no poca controversia. Como se había largamente anticipado, sin presiones inflacionistas, por la caída del petróleo y las materias primas, y con un crecimiento estable, aunque modesto, la fed no podía dejar de actuar. Pero cabe dudar de que esta modificación de la política monetaria implique dar por acabadas las dificultades. Ben Bernanke, anterior presidente, reflexionaba ayer acerca de las causas de esta etapa de anormalidad monetaria confesando que nunca previó que se prolongaría durante tanto tiempo. A la hora de justificarla, subrayaba dos hechos: las dificultades de la economía global y el modesto crecimiento del PIB ante la reducida expansión de la productividad. De la importancia atribuida a ambos y de las dificultades de superarlos, da idea el que considere la inclusión de los tipos de interés negativos como una herramienta de la política monetaria futura de los EE UU.

La peor situación comparativa europea, por no mencionar la española o la valenciana, no debiera confundir. Desde 2008, el crecimiento en EE UU está siendo inferior a su tendencia, origen del debate de un posible estancamiento secular. Y por otro lado, su bajo desempleo (5%) es en buena parte debido a una tasa de actividad nada brillante, y está acompañado además de una muy modesta recuperación salarial. Según el BLS, sólo desde fines de 2014 los empleados superaron a los existentes en 2007. Pero el aumento entre 2007 (media) y diciembre de 2015 no supera el 1,5%. Además, como destaca el reciente informe de PEW Research, y confirma la estadística de ingresos familiares del FRED, la clase media estadounidense vive peor que en 1999.

En el marco del ceteris paribus, del todo lo demás igual, que tanto nos gusta a los economistas, la decisión adoptada por Yellen, la primera subida de tipos desde 2006, podría implicar una apreciación del dólar y un aumento de las dificultades de las economías muy endeudadas en esa moneda, como algunas de las emergentes. Y como efecto colateral, una mejora de las exportaciones de la UE, como los valencianos, ante la depreciación relativa del euro.

Posiblemente todo ello tenga lugar. El interrogante es si con la intensidad y los efectos, en la economía valenciana, que algunas opiniones parecen sugerir. Porque el dólar ha venido apreciándose desde hace meses, de hecho desde hace años, y algunos expertos consideran que la adaptación a la decisión de la fed ya ha tenido lugar. Y si bien la crisis en algunos países emergentes puede empeorar, ello conducirá a la devaluación de sus monedas y a un aumento de competitividad. Todo lo cual, apunta a que el fin de los tipos de interés nulos en EE UU no va a modificar de manera sustancial el panorama de inestabilidad creado por el avance la Globalización. Ni la situación de economías como la valenciana. Como le gustaba repetir a Kindleberger comparando la política económica con un jinete y a la economía con un caballo: puede, el primero, evitar que el segundo abreve, pero es casi imposible que consiga que el animal lo haga si no tiene sed.