La jugada de Bertomeu bebe de una experiencia amarga: la crisis que casi le cuesta la compañía y que ha reflotado con éxito y una gran ampliación de capital. La idea de esta diversificación geográfica y de actividad deja a Air Nostrum aislada del riesgo, al emprenderse todas las actividades (aerolíneas, talleres, arrendamiento y unidades de negocio antiicendios y ferroviario) con mercantiles independientes. Una estructura «peine», donde Bertomeu y sus socios (Antonio Pellicer y José Remohí, principalmente) en algunos casos tienen al 100%, y en otros actúan en alianza con otras firmas.

Además, las vías de negocio abiertas se capitalizan a través de préstamo de aviones, know how y mantenimiento. El desembolso es «simbólico», explicó Bertomeu. Apenas 1,5 millones para compra del primer avión antiincendios, o un millón para obtener la licencia de la nueva firma irlandesa.

El movimiento más sorprendente es el ferroviario, donde los socios de Air Nostrum constituyeron Intermodalidad de Levante (ILSA). Ha sido el primer operador en postularse para entrar en el negocio del transporte de viajeros, una vez se liberalice el servicio en 2020. El AVE Madrid-Barcelona es el gran objetivo.

Bertomeu asegura que es el negocio más complicado de llevar a buen puerto. La inversión necesaria es de cientos de millones. Por eso está sondeando el mercado financiero, gestores privados de infraestructuras y corporaciones que gestionan servicios privatizados en busca de un aliado. También está estudiando pedidos de trenes con varios fabricantes.