Ahora bien: que nadie busque en diarios oficiales el temario del examen y los requisitos para aspirar a tan codiciadas plazas. Que tampoco se moleste en preguntar en el PROP los criterios de admisión. Si quiere averiguarlo, habrá de rebuscar en la ciénaga de la política. En las cloacas de las amistades. Del roce hace el cariño. Del escaparate manda. Del favor con favor se paga. De aquello que los chinos llaman guanxi (redes de influencias), que un rey del postureo llamaría tirar de la agenda del iPhone, y que en la plaza del pueblo se resume de forma más gráfica: Qui té padrins el bategen, y arrima't a bon arbre i tindràs bona ombra.

La banda sonora de estos días „playlist en idioma hipster„ debería llevar una letra indiscutible: «¿Qué hay de lo mío?». Eso „¿qué hay de lo mío?„ les preguntan los candidatos a los electores disfrazando la pregunta con elegante hipocresía: ¿qué hay de lo vuestro, ciudadanos?

Eso „¿qué habrá de lo mío?„ no para de rondar la mente y el estómago lleno de diazepán de los actuales cargos de confianza puestos a dedo en ayuntamientos, mancomunidades, diputaciones, conselleries, empresas públicas u otros tentáculos de la Administración.

Eso „¿lo mío en qué quedará?„ se preguntan en secreto los equipos de prensa y agit prop de los políticos que estos días se juegan su futuro, como también „¿pensará en lo mío?„ rumian en secreto plumillas que sueñan con saltar la barrera.

Eso „¿habrá más de lo mío?„ quita el sueño de los contratistas de cámara del político de turno, el del jamón por Navidad y el empleo para el cuñado. Eso „¿lo mío quedará en algo?„ ilusiona a los pobres diablos que se han pasado cuatro años treballant-se l'hortet y estirando la chaqueta del potencial mandamás que intuyeron como caballo ganador al que cabalgar para así, ¡ay!, poder salir de hipódromos más ingratos.

#QuéHayDeLoMío es el hashtag que propongo. Sería un jolgorio ver a unos y otros retuiteándose en la arena pública 2.0. A un lado, el bando de los que ocupan la trona, cansados de que la suegra les pregunte en la sobremesa qué pasará si ganan «los otros». Enfrente, la aguerrida legión que ansía quedar amparada bajo el manto institucional de palabra, obra y (c)omisión. Lo llaman la fiesta de la democracia. Están todos invitados.