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Historia

Octubre en Cataluña: 1934 contra 2017

Octubre en Cataluña: 1934 contra 2017

Si el 1 de octubre se abren las urnas, si en un hipotético escenario se proclamara la independencia, habrá quien piense en esperar al 6 de octubre para salir al balcón de la Generalitat, con el Govern en pleno, a celebrar el desafío. No hay nacionalista que resista la tentación de ligarse a la historia de su pueblo de una forma tan simbólica.

Fue un 6 de octubre, el de 1934, cuando el presidente Lluís Companys proclamó el Estat català. La del calendario es una de las muchas coincidencias entre el procés de 2017 y los agitados años de la república. Pero hay una diferencia fundamental: aquel president no quería irse de España.

«Companys vuelve a proclamar en 1934, como hizo el 14 de abril de 1931, el Estat català dentro de la República Federal Española. Es un mensaje a los federalistas españoles. Nunca fue un intento de desconexión sino de configurar primero (1931) y reconfigurar después, la República como una federal», explica en este juego de paralelismos y diferencias el historiador y profesor de la Universitat de València (UV) Francisco Martínez Gallego.

1934: Estat Català, pero dentro de la República federal. El 7 de octubre del 34, el presidente del Gobierno, el radical Alejandro Lerroux,respondía al desafío vía Boletín Oficial, con una narrativa que encuentra eco 84 años después: «En Cataluña, el presidente de la Generalidad, con olvido de todos los deberes su cargo, su honor y su responsabilidad, se ha permitido proclamar el Estat Catalá (sic). [...] El Gobierno declara que ha esperado hasta agotar todos los medios que la ley pone en sus manos, sin humillación ni quebranto de su autoridad. [...] Todos los españoles sentirán en el rostro el sonrojo de la locura que han cometido unos cuantos. El patriotismo de Cataluña sabrá imponerse allí mismo a la locura independentista y sabrá conservar las libertades que le ha reconocido la República».

«Ese documento se basa en una ocultación», sostiene Martínez Gallego. «El conflicto entre el Gobierno y la Generalitat era muy concreto, por una ley social muy avanzada, que extendía la reforma agraria», añade. ¿Qué pasó? Hay que remontarse al principio, a 1931.

El mismo 14 de abril en que se proclama la República, Companys lanza su propuesta para tratar de orientar el proceso constituyente que debía afrontarse caída la monarquía. Proclama Cataluña como Estado dentro de la República Federal Española. «No es el Estado catalán, sino el Estado catalan dentro del Estado federal», remarca el profesor de la UV. Era una opción posible. Un movimiento, el federalismo, con apoyo en la calle, en toda España, no solo en Cataluña, y anclajes de relevancia política e intelectual como Pi i Margall, defiende.

Historias paralelas: un Estatut mutilado y campañas de boicot a los productos catalanes. Tras aquello, vinieron los agravios que agrandaron la brecha entre Madrid y Barcelona. Como en 2006, el Parlament envió a Madrid durante la República un estatuto de máximos que fue recortado. Hasta 1933 la derecha estaba muy desunida, con partidos de índole regional en su mayoría, y el Partido Radical Republicano, de Lerroux. «Se pusieron muchas pegas e incluso la derecha orquestó campañas de boicot a productos catalanes». Todo está inventado.

La reforma agraria enciende la mecha: Companys en defensa de los ‘rabassaires’. El traspaso de competencias quedó frenado. Y entonces saltó la chispa. «Companys era un abogado de causas pequeñas pero importantes», cuenta M. Gallego. El Govern plantea una ley para proteger el derecho de los rabassaires (cientos de miles de pequeños agricultores dedicados a la vid) a mantener la explotación de los campos sin que les echaran.

Esto era material sensible. El conflicto entre un Gobierno central que frena la reforma agraria y un Parlament que la extiende acaba en el Constitucional. «Será el detonante». Esta llei de contractes de conreu (ley de cultivos) provoca un «conflicto de una magnitud extraordinaria».

1934-2017: todo comienza un 1 de octubre. Contra «las instituciones falseadas». Al igual que la fecha marcada para el referéndum, en 1934 todo terminó de estallar el 1 de octubre. Ese día la coalición de derechas de la CEDA retiraba la confianza al Gobierno provocando su caída. El 4, Alejandro Lerroux se hacía con el Gobierno, dando entrada a ministros de la CEDA. La izquierda reacciona con virulencia, y Barcelona queda paralizada en una huelga general contra el nuevo Gobierno de derechas.

Son las ocho de la tarde del 6 de octubre y Companys sale al balcón de la Generalitat: «Las fuerzas monárquicas y fascistas que de un tiempo a esta parte pretenden traicionar a la República han logrado su objetivo y han asaltado el poder. [...] El Gobierno de la Generalitat desde este momento rompe toda relación con las instituciones falseadas. El Gobierno que presido asume todas las facultades del poder en Cataluña, proclama el Estado catalán de la República Federal Española [...], les invita a establecer en Cataluña el gobierno provisional de la república, que hallará en nuestro pueblo catalán el más generoso impulso de fraternidad en el común anhelo de edificar una república federa libre y magnífica».

Todos a la cárcel, hasta el jefe de los Mossos. Lerroux responde en el Boletín Oficial y proclama «el estado de guerra en todo el país». Hubo tiros, barricadas, bombardeos de artillería y muertos. A las siete de la mañana del 7 de octubre, las tropas entraban en el Palau de la Generalitat y detenían a Companys y a su gobierno. Todos la cárcel. Hasta Azaña, acusado de connivencia con el president de la Generalitat, fue encerrado en un barco en el puerto de Barcelona. Y también el jefe de los Mossos d’Esquadra, Pérez i Farràs, que desoyó las órdenes del capitán general y prestó obediencia a Lluís Companys.

Problemas por discutir y ERC ajeno a su tradición. No fue un intento de desconexión, insiste el historiador. ¿Hay paralelismos en la actuación del Gobierno central en ambos episodios? «El Parlament ha cometido ilegalidades pero no ha sido el primero. El Gobierno ha caído en ilegalidad desde hace tiempo con la revisión del sistema de financiación. Hay paralelismos. Sobre la mesa hay problemas discutibles: cuotas de autogobierno y financiación. Entonces no hablábamos de financiación, fue una ley que remarcaba la especificidad del contrato de los rabassaires. Daba soluciones a cientos de miles de pequeños campesinos de las comarcas».

¿Y que hay del soberanismo? «ERC ha abdicado de su propia tradición. Aunque existían núcleos minoritarios, no fue independentista en la República», concluye.

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