Hace unas semanas, en una visita al monasterio mercedario del Puig de Santa María con el medievalista José Hinojosa Montalvo y un nutrido grupo de amigos, al saludar al prior de la comunidad mercedaria, Fr. Melchor Azcárate, expliqué el privilegio que suponía entrar en uno de los pocos conventos valencianos en los que los monjes siguen perteneciendo a la misma Orden que llegó a tierras valencianas con Jaime I. En concreto, este monarca les concedió «la iglesia de El Puig de Anesa o de Cebolla el 26 de julio de 1240». Es decir, que la semilla que Pedro Nolasco y sus seguidores plantaron en el Puig y en Valencia fue creciendo, expandiéndose y llegando hasta el propio siglo XXI. Constituyendo, por ello, dicha Orden religiosa, un verdadero puente, histórico-cultural-social entre la Edad Media y el presente, que ayuda a entender nuestra actual identidad.

Documentalmente, San Pedro Nolasco estaba en Valencia el 14 de julio de 1238, acompañando a la tropa del Conquistador. Lo cual significa que antes (entre la primavera de 1237 y principios de julio de 1238), necesariamente, tuvo que pasar por El Puig de Santa María y su castillo, porque custodiaba las únicas entradas posibles, por el Norte, que llevaban a la ciudad del Turia. Desde entonces, tanto la ciudad de Valencia como su territorio, han reconocido el gran papel que tuvo el «Glorioso Patriarca San Pedro Nolasco, que animò al Rey Don Jayme à esta Conquista» (Vicente Ortí, Fiestas Centenarias, año 1740, pp. 170-171).

Tales hechos los plasmó José Vergara, en 1780, en los frescos del camarín de la Virgen de El Puig de Santa María. Pero, hace unos seis años, cuando realicé el estudio para recuperar estos valiosísimos frescos (Archivo de Arte Valenciano, XCI, pp. 105-119), no pude explicar por qué en el medallón, que el pintor realizó en el muro norte del camarín, había representado a San Pedro Nolasco ofreciendo las llaves de la recién conquistada ciudad valenciana a la Virgen de El Puig. Mas, el año pasado, tuve la suerte de encontrar su origen iconográfico en la biografía sobre San Pedro Nolasco de Fr. Phelipe Colombo, publicada en 1674, en la que construye, en la página 287, un diálogo en el que Jaime I responde a Nolasco que la conquista de Valencia "le debo à Maria, y luego à vuestras oraciones: y que pues que la Virgen del Puche me ha dado esta Ciudad, à ella, como à Patrona, la entregaré las llaves. Lo que cumplió con garbo, pues al entregarle el Moro las llaves, las dio à San Pedro Nolasco, y con ellas un rico presente, que le mandó pusiesse à los pies de Maria Santissima en su Angelical Camara del Puche, confesando, que lo debía todo à su protección". Es decir, su origen está en una tradición de la Orden Mercedaria que tiene más de 342 años y que, posiblemente, tenga una base histórica que se documentó o que fue mantenida generacionalmente por los mercedarios hasta plasmarla por escrito Fr. Colombo.

Hoy, en el Puig de Santa María, la Festa de Sant Pere Nolasc constituye una tradición con enormes valores solidarios que debemos a los mercedarios y a los clavarios de Sant Pere Nolasc, verdaderos maestros para una sociedad en crisis de valores y para unos gobernantes que, en un elevado porcentaje, son incompetentes, como políticos, debido a su elevado egoísmo insolidario.