Amparo Tortosa

analista en seguridad

Si analizamos las razones de fondo que han llevado en bloque a los países árabes-musulmanes que se están rebelando, debemos situar la vista más allá de lo que contemplamos en estos momentos. Adentrarnos en la realidad del cambio actual requiere de un ejercicio de visión global: en perspectiva histórica, geográfica, comparativa, multisectorial, y de unos efectos correlacionados en forma de dominó.

La burbuja alimentaria mundial es el detonante máximo de las revueltas actuales, anteriores y futuras, provocada por cuatro elementos interrelacionados: la especulación con las materias primas iniciada en el año 2000 y de la que ahora sufrimos las consecuencias en forma de bruscas subidas de precios, la producción de agrocombustibles (que a fecha de hoy representan el 38% de lo que se cultiva en el mundo), los desastres naturales (algunos influenciados por el cambio climático), y una demanda emergente de países como China, India y Brasil que deja deficitarios a los no productores o que no hayan tenido buenas cosechas. Todo esto, junto con la subida de los precios del petróleo, que a su vez genera más producción de cereales destinados al combustible y no a la alimentación, ha llevado a un aumento de un 25% en el precio de las materias primas, la mayor subida en los últimos veinte años.

Y más en concreto del trigo en un 80%, lo que indudablemente aboca a una carestía de mayores proporciones a lo que muchos países estaban acostumbrados a sostener. Con esta última subida de precios 44 millones de pobres se han sumado a los 100 millones ya existentes en el mundo. Debemos tener en cuenta, además, la interacción de la burbuja alimentaria con la crisis financiera mundial, con una afectación en todo el mundo, hasta en Occidente, solo que con diferente impacto.

En el año 2000 el gobierno estadounidense impulsó su desregularización con la Ley de Futuros, concentrando la producción en agentes institucionales que retenían el producto o ajustaban el suministro, a la espera de que se generara más demanda y alzar así el precio. Esto acabaría por afectar a productores menores y a todos los consumidores, en especial a los de los países menos desarrollados. Obama quiso compensar esto aprobando la Ley de Protección al Consumidor en julio de 2010. Desde algunos foros especializados y agencias de la ONU ya se empiezan a plantear alternativas, como crear una reserva de alimentos a través del G-20, diversificar los inversores (dando entrada a los privados), y limitar la participación de un inversor institucional a una sola materia prima, de tal forma que no pueda llegar a influir en el marcaje de los precios.

En realidad, el epicentro de los efectos de la burbuja alimentaria se sitúa en 2008, en que ya hubo revueltas en Haití, Egipto, Marruecos, Mauritania, Camerún, Bangladesh, Indonesia y Filipinas; pero a diferencia de las de hoy no tumbaron a sus regímenes.

En 2010 una serie de factores combinados han llevado a una situación insostenible a muchos países norteafricanos y del Oriente Próximo, principalmente porque son importadores de alimentos y acusan masivamente el alza de precios de los alimentos básicos. Los incendios en Rusia afectaron a la exportación de cereales, y junto a ello esas subidas históricas de precios, inalcanzables hasta para la clase media egipcia. Los países subsaharianos no reaccionaron porque tuvieron buenas cosechas en 2010. Sin embargo, el pasado 19 de febrero Bolivia quedó paralizada por una huelga general para protestar precisamente por el alza de precios de los alimentos y de los combustibles. Unas recientes declaraciones del presidente mexicano, Felipe Calderón, hacen pensar que más allá de los países árabes ya hay gobernantes preocupados ante posibles reacciones sociales a la crisis global, cuando "urge a reducir la desigualdad social como reto para Latinoamérica" y destaca "la necesidad de generar oportunidades de empleo para los jóvenes".

Si nos atenemos a que en febrero una de las provincias chinas que más cereales produce, Shandong, ha padecido una sequía, que este invierno pasado ha habido malas cosechas en Argentina y EE UU, que sube el precio del combustible a causa de los conflictos y ello genera, a su vez, una mayor necesidad de agrocombustibles, es de esperar que el mundo sufra más crisis alimentarias por ese reparto desigual de las materias primas. Hay que tener en cuenta que ante estas limitaciones del mercado alimenticio, China aumenta su demanda de estos productos y hasta de carne (para procurar piensos a las reses) y supone un mercado de 1.300 millones de habitantes. En este momento, 21 países africanos y 7 asiáticos están expuestos a sufrir sus consecuencias. Otra cosa es que se proyecten tumbando regímenes como ha ocurrido con el grupo de tiranías árabes.