Representantes de Estados Unidos e Irán negociaron en secreto desde el pasado mes de marzo las bases del acuerdo nuclear firmado en Ginebra, según han confirmado fuentes de seguridad norteamericanas e iraníes, sin que Israel, el gran aliado regional de EEUU y enemigo declarado de Irán, estuviera al tanto de las conversaciones hasta el último momento.

Según una información inicial de Associated Press verificada después por Reuters, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ya fijó nada más llegar a la Casa Blanca en 2009 el acercamiento con Irán como una de sus principales prioridades en política exterior. Su intención final era la de romper un distanciamiento que se remontaba a la Revolución iraní de 1979 y la toma de rehénes en la Embajada de EEUU en Teherán.

De hecho, una de las primeras decisiones de Obama fue la de enviar una serie de cartas de contacto al líder supremo de Irán, el ayatolá Alí Jamenei. Estos esfuerzos iniciales no dieron fruto, primero por la oposición enconada demostrada por el entonces presidente del país, Mahmud Ahmadineyad, indignado por las críticas estadounideses a la legitimidad de su reelección ese mismo año, y segundo por incidentes como la retención de varios excursionistas norteamericanos tras cruzar sin darse cuenta la frontera iraní mientras hacían senderismo en la vecina Omán.

Paradójicamente, la retención de los senderistas abrió el camino para la negociación. En esta parte del proceso, el sultán de Omán, Qabus bin Said al Said, resultó absolutamente "instrumental", según estas fuentes. El sultán no solo negoció la liberación de los estadounidenses, sino que aprovechó esa gestión para ofrecerse como mediador en firme en el inicio de las conversaciones, todavía informales, entre ambos países.

Todos los encuentros iniciales fueron autorizados personalmente por el presidente Obama y se desarrollaron principalmente en Omán entre altos representantes del Departamento de Estado, la Casa Blanca y el Gobierno iraní.

Fuentes iraníes han confirmado que el líder supremo de Irán, el ayatolá Alí Jamenei, concedió un "escéptico beneplácito" para iniciar estos encuentros, en los que estuvieron presentes el subsecretario de Estado de EEUU, William Burns, y el asesor de seguridad nacional de Vicepresidencia, Jake Sullivan.

Tanto Burns como Sullivan se reunieron con oficiales iraníes en al menos cinco ocasiones en Mascate (la capital de Omán), a bordo de un avión militar. "Todos estos encuentros contaban con la bendición del líder supremo. El primero fue el más difícil, ya que tuvimos que convencer a nuestra más alta autoridad de que estos encuentros arrojarían un resultado positivo", explicó la fuente iraní en relación a Jamenei, quien "dio luz verde a pesar de no estar muy convencido".

Además de la cuestión nuclear, las reuniones de Omán sirvieron para que Estados Unidos pudiera comenzar, al menos, a conversar con las autoridades iraníes sobre cierto número de ámbitos de interés internacional, como la postura de Irán en relación a la guerra en Siria, las constantes amenazas de la República Islámica sobre una posible apropiación del estratégico Estrecho de Ormuz y la situación de otros ciudadanos todavía detenidos en Irán.

"Nos arriesgamos pero ganamos", declaró la fuente iraní sobre la apertura de las negociaciones. Así, tras el primer encuentro, se abrió una vía de comunicación omaní, que posteriormente fue alimentada gracias a la ayuda del secretario de Estado, John Kerry.

Como presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, Kerry realizó una visita sorpresa al Golfo para reunirse con las autoridades omaníes. Ya como máximo representante diplomático del país, Kerry repitió el encuentro el pasado mes de mayo, tres meses antes de la elección del moderado Hassan Rohani como nuevo presidente del país.

La elección de Rohani en agosto aceleró las conversaciones con EEUU, comenzando con el envío de una misiva de felicitación de la Casa Blanca por su triunfo electoral. Hasta cuatro de las últimas conversaciones entre ambos países se han desarrollado durante su mandato, en particular la más conocida de todas: el diálogo telefónico que el dirigente iraní mantuvo con Obama durante la celebración de la Asamblea General de Naciones Unidas en septiembre, el contacto de más alto nivel que Estados Unidos e Irán hayan mantenido desde 1979.

Obama gestionó en persona el momento más delicado del proceso: informar al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, quien hasta ese momento permanecía completamente ajeno a estas reuniones. Israel, el gran aliado histórico de Estados Unidos, está completamente convencido de que Irán quiere obtener una bomba atómica y el Estado hebreo ha jugado en varias ocasiones con la idea de lanzar un ataque unilateral contra la República Islámica, que ha reiterado con la misma vehemencia las intenciones pacíficas de su programa nuclear.

La conversación entre Obama y Netanyahu tuvo lugar el 30 de septiembre en la Casa Blanca. Sin embargo, el presidente de Estados Unidos dio a Netanyahu información incompleta porque solo le informó de los contactos iniciales con Rohani, y no le dijo nada sobre la consolidación del canal de comunicaciones abierto en Omán.

Precisamente, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, telefoneó hoy al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, para discutir el acuerdo temporal alcanzado la pasada madrugada en Ginebra por el G5+1 con Irán mediante el que se paralizará durante seis meses su programa nuclear.

En comunicado la Casa Blanca informó de que los dos líderes "reafirmaron su objetivo común de impedir que Irán obtenga un arma nuclear" y Obama explicó al primer ministro israelí que los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU (EE.UU., Reino Unido, Francia, China y Rusia) más Alemania utilizarán los próximos meses para buscar "una solución duradera, pacífica e integral".

Según la misma nota, Obama le trasladó a Netanyahu las intenciones de Estados Unidos de "iniciar inmediatamente consultas con Israel" con respecto a las negociaciones que se lleven a cabo para una solución integral.

Obama subrayó que Estados Unidos "se mantendrá firme" en su compromiso con Israel, quien además, reiteró, "tiene buenas razones para ser escéptico sobre las intenciones de Irán".

El entendimiento con Teherán, aunque provisional y condicionado, deja a Israel y Arabia Saudí en una situación completamente nueva, y altera lo que había sido hasta ahora la relación de fuerzas en el gran conflicto regional entre suníes y chiíes, una rivalidad que tiene ramificaciones sangrientas en Irak, Siria y Líbano y Bahrein, entre otros focos de tensión.

Las primeras reacciones israelíes han sido muy negativas: "Lo que se ha acordado en Ginebra no es un acuerdo histórico, sino un error histórico (...) Hoy el mundo se ha convertido en un lugar mucho más peligroso", dijo Netanyahu al comenzar la reunión semanal con su Consejo de Ministros.