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Bombeja agustinet!

Orriols no es país para pusilánimes

Hay pocas cosas más contraproducentes que traicionarse a sí mismo. Rubi llegó a Orriols atrevido y osado, con unas convicciones futbolísticas que ha ido abandonando para que el Llevant vaya pareciéndose cada vez más al del míster que vino a sustituir. Y por tanto al fracaso. El grupo acusa astenia e indolencia, falta de agallas y orgullo, inapetencia, anorexia, falta de recursos, uso y abuso del bombeja!, etcétera. El efecto Rubi revolucionó una escuadra que comenzó a tocar y tener posesión y verticalidad. Apenas faltaba acierto para aprovechar las ocasiones de gol y solidez defensiva. Pero las sensaciones eran inmejorables. Nadie como Rubi había hecho jugar al equipo así ni sacar lo mejor de cada uno. Fue un espejismo. Les sobra calidad pero tal vez andan escasos de corazón; tal vez no son capaces de dar el 120 %; tal vez no han entendido dónde están ni qué es el Llevant UD.

El Málaga dejó al descubierto a un grupo de futbolistas huérfanos de espíritu, de garra, de ambición, desnortados desde el punto de vista táctico, y con escasa confianza en su capacidad técnica. ¿Y la actitud? ¿Era la precisa para una gran final? ¿Qué ha sucedido para que en unas semanas se haya diluido el efecto Rubi? El Llevant ya no tiene la pelota ni mira hacia delante. El pase atrás, los futbolistas en campo propio o los córners con once en el área, vicios que parecían desterrados, vuelven a ser santo y seña. Hasta José Mari, hipérbole en carne y hueso de esta forma rácana de entender el fútbol, ha vuelto a enfundarse la elástica, con vitola de revulsivo. Todo un síntoma de la desesperación que atenaza a un míster que ahora toma decisiones de esas que no entiende nadie más en todo el estadio: con 0-0 y la imperiosa necesidad de ganar quita al jugador más incisivo, Rubén; regala un carril al rival con la titularidad de Nikos (¡con Iván en el banquillo!) y confía el reencuentro con el gol a un fallón reincidente como Ghilas.

El análisis general no es menos decepcionante: Camarasa no ha vuelto a ser el mismo desde los rumores florentinos y el regreso a la Sub-21; el equipo ya no juega por bandas y el esquema se parece en exceso al 5-3-2 del pelotazo y tente tieso, y el equipo, anímicamente, está demolido. Tras el 0-1 en el 77' se mostró hundido. Parecía un 0-3. Quedaron en evidencia la falta de liderazgo y de espíritu competitivo. Esta actitud, lógicamente, no gustó a una grada poco amiga de los silbidos. Y no obstante los decibelios no habían sido tan altos desde la época de Villarroel. La falta de gol y resultados ha instalado entre la afición una ansiedad que es plomo en las piernas de los futbolistas. Orriols hedía a Segunda tras el pitido final.

Queda mucha liga y la salvación está a cuatro puntos, pero la dinámica es nefasta y la derrama solo se puede atajar con osadía y atrevimiento, justo lo que se espera de Rubi. El levantinismo está jugándose su viabilidad futura como entidad. Los futbolistas deben ser conscientes y tener la altura de miras necesaria para revertir la situación. Con enormes dosis de testosterona y de testiculina. Orriols no es país para pusilánimes. El reto es, ya, mayúsculo. Como vencer en el Calderón. Sin embargo, no hay un segundo que perder.

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