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Algo habrá hecho bien

Hace unos años, en pleno proceso de beatificación de Quico Catalán, acudí a un sarao de Las Provincias montado para analizar «el caso de éxito» del Levante UD. El acto no podía ser más oportuno, u oportunista: hacía un par de semanas que el equipo se había metido en Uefa. Asistí básicamente para hacer una pregunta: ¿Qué papel ha jugado la suerte en todos estos años de crecimiento sin límite? La respuesta del presi, algo tocado en su orgullo, fue más o menos un: «Algo habremos hecho bien».

Somos expertos en crear monstruos. En Economía lo llaman prociclicidad. Si un sector va bien alimento, las condiciones para que crezca y crezca hasta que formamos una burbuja de la que pasamos años pagando las consecuencias. El fútbol, tan dado a las pasiones y guiado por los intereses como la economía, es un territorio abonado para la prociclicidad. Nunca faltan los palmeros dispuestos a engordar egos y formar ejércitos. Tampoco menudean quienes convierten en escándalo lo que han obviado durante años mientras la pelotita entraba. Esto último también es prociclicidad.

Como siempre, parece que la virtud está en el término medio: en ahorrar cuando las cosas te van bien; en pensar que crecer rápido puede ser caro; en advertir de las debilidades de un proyecto aunque todo parezca rodar sin freno, o en plantarte en el desfile del triunfo de tu presi en pleno Foro romano para decirle al oído: «Mira hacia atrás y recuerda que solo eres un hombre».

Los cuchillos han empezado a volar sobre Orriols y me temo que el sacrificio de Manolo Salvador no va a calmar a todos los que esperan un final shakespeariano para esta bonita historia. Aparecerán algunos vestidos con el traje de «sarveristas»; y algunos otros orillados por el Régimen aprovecharán para ajustar viejas cuentas.

Lo peor que puede pasarle al levantinismo ahora es activar esa pulsión autodestructuiva tan nuestra. Un descenso no es un buen momento para una guerra civil. Es momento para concentrar los esfuerzos en construir un proyecto ganador con el dineral del que vamos a disfrutar en Segunda y tratar de que esto sea solo un tropiezo y no el inicio de una caída sin red. Tampoco es hora de dejarnos llevar por la melancolía, sino de poner en valor eso que hemos aprendido estos años: que solo cuando somos competitivos podemos estar con los grandes. El yunque, por el amor de Dios, déjenlo sepultado en la Historia del Llevant.

Quizá sea el día para recordar que Quico Catalán es el mejor presidente que hemos tenido y que debe ser él quien se encargue de solventar la papeleta. Exigirle un diagnóstico certero de por qué hemos bajado. Y sobre todo de por qué podíamos haber descendido ya los dos años anteriores, como algunos nos hartamos de repetir. Análisis certero y talento para poner en marcha un nuevo proyecto, con más peso en la cantera y más sentido en los fichajes.

Del mismo modo que nos pasamos cinco años tratando de alertar contra la autocomplacencia, ahora digo que es el momento de estar al lado de Quico Catalán. O al menos de no estar enfrente. Simplemente porque ya ha demostrado que puede hacerlo y porque merece un año de confianza. Cualquier salvedad que pueda hacerse a su gestión, a su carácter, apenas puede ensombrecer su legado: seis años como no los habíamos vivido en un siglo. Y algo habrá hecho bien.

No les pido que se hagan «Catalanistas». Solo les imploro, desde el cariño, unos meses de confianza.

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