me siento una persona privilegiada por vivir aquí, en Sagunto y no en Siria o Haiti..., y si a esto le añadimos que la madre naturaleza, a pesar de lo mal que la tratamos, nos regala cada año la primavera, y que la naturaleza humana, a pesar de lo cruel y mezquina que demuestra ser, nos regala cada año algo tan extraordinario como los Ludi Saguntini..., me siento también, esperanzada y se me dibuja una sonrisa en el alma.

La semana pasada, de buena mañana, ¡15.000! niños y jóvenes invadían Sagunto a pie, en bus, o en tren. Durante 5 días, gentes que venían a disfrutar ( ludere), a aprender ( discere) y a enseñar ..., ocuparon pacíficamente nuestras calles y plazas.

Había personas de todas las edades, desde preescolar hasta jubilados. Se bailaba, se hablaba de ciencia, cocina, filosofía, arte, historia..., eran espectadores y actores que jugaban, reían, comían, paseaban y aprendían..., juntos.

Con este tipo de invasiones pacíficas..., ganamos todos: los ciudadanos que les acogemos (aunque algunos, pocos, sean unos bárbaros de verdad y no conozcan las papeleras!!!); nuestros jóvenes y nuestros mayores, que colaboran como monitores y encargados; nuestros comerciantes y restauradores y, por supuesto, los alumnos y profesores que nos visitan.

Sé, por experiencia, que las cosas buenas hay que cuidarlas, que requieren tiempo y dedicación, memoria, gratitud y muchos esfuerzos personales y colectivos. Requieren paciencia e imaginación, generan problemas y..., muchísimo trabajo.

Por eso me siento orgullosa de que en Sagunto sepamos valorar y cuidemos este tipo de actividades y de ocios, en lugar de fomentar ese ocio etílico que está invadiendo y se está instalando en otro sitios.

Sí..., en momentos como estos, me siento orgullosa de vivir en Sagunto.