El juez Rafael Tirado olvidó despachar la orden para que entrara en prisión el pederasta Santiago del Valle, condenado por otro delito y ahora detenido acusado de asesinar a la niña Mari Luz Cortés. El Consejo General del Poder Judicial -que viene de multar a este juez con 1.500 euros por entender que sólo cometió una falta grave- olvidó que la justicia deja de serlo cuando se convierte en escándalo.

Ante la alarma social que ha provocado el caso, el ministro de Justicia olvidó que al margen de la inexcusable negligencia del juez Tirado, habría bastado con que el juzgado de la Audiencia de Sevilla del que es titular tuviera un programa informático adecuado para haber hecho imposible tan escandaloso olvido. Desde que el señor Fernández Bermejo llegó a Justicia no ha parado de repetir que su principal objetivo era modernizar la administración de justicia, dotándola de medios. A la vista está que no ha conseguido que los juzgados de España estén conectados en red, de suerte que todos los jueces puedan disponer del expediente actualizado del procesado al que están juzgando.

En toda esta historia, quien compone la figura doliente y patética del drama es Juan José Cortés, padre de Mari Luz, un ciudadano mesurado y tenaz que había confiado en la justicia olvidando que, pese al mandato constitucional que establece la igualdad de todos los españoles ante la ley, la experiencia dice (caso por ejemplo, de los Albertos, o ahora esta resolución del CGPJ) que unos son más iguales que otros.