Con la desaparición en Dénia del coche de la ministra Ulla Schmidt se desató una tormenta política en Alemania en torno a si podía disponer o no, a tantos quilómetros de distancia, de un vehículo oficial durante sus vacaciones, pero también, y es lo que más nos importa en este caso, el robo dejaba en muy mal lugar y decía muy poco de la seguridad ciudadana en España. El delegado del Gobierno, Ricardo Peralta, afeó, a modo de defensa propia, la conducta de la ministra de Sanidad teutona al decir que si hubiera venido en el Mercedes no se lo hubieran robado. Como ocurrencia no está mal y como pista para una casa de alquiler de coches alemana para hacer una campaña publicitaria, tampoco, pero malamente se podía tapar así el impacto de la noticia en el resto de Europa, fuente inagotable de turistas y residentes para la Comunitat Valenciana. Pero es que el final de este estrambótico asunto no puede hablar peor de nuestras fuerzas de Seguridad del Estado. Primero, el coche aparece, posiblemente abandonado por los ladrones, pero no es hallado por la policía; después, la Policía Nacional niega tal cosa con lo cual revela su desconocimiento del hecho, pero, finalmente, la Guardia Civil remata esta obra única de teatro, anunciando que ya lo había encontrado poniendo de relieve que no había informado al otro cuerpo policial, ni a la propia Delegación de Gobierno. El descontrol no puede ser mayor, ni más perjudicial para la imagen del país por culpa de este sainete, esta vez, en dos actos.