Luis Eduardo Aute cantó «Entre amigos», y Francisco Camps gobierna de la misma manera. El obsequioso Álvaro Pérez —presunto cabecilla de una trama corrupta— es su «amiguito del alma» en la intimidad, aunque públicamente lo negó tres veces. En cuanto al presidente de la Comunitat Valenciana y del TSJCV de ese ámbito, son «mucho más que amigos». La paradoja reside en que la amistad con el primero hace inocentes los regalos que de él recibe, en tanto que la vinculación con el segundo no le libera de un juicio imparcial. Que lo es sin duda pero, si cupiera alguna, quedaría absorbida por la amistosa relación. Camps acaba de recibir su regalo de verano, porque el auto del Tribunal Superior le complace y le da descanso, dos connotaciones que el diccionario asocia a ese concepto. El político popular puede regalarse los oídos con un extenso texto que se reduce a su folio 58. Allí se realiza una muy peculiar disección del cohecho pasivo impropio, que desaparece de los códigos en tanto que nunca más habrá dádiva si no hay contrapartida. Minucias jurídicas, el presidente valenciano tendrá un verano regalado porque su poetización de la amistad del alma debía ser forzosamente recompensada. También puede recibir obsequios de cualquier magnitud de empresas beneficiadas por su gobierno -corruptas o no-, siempre que pueda asignarlas al cariño y no al interés. Es probable —según el instructor Flors— que Camps mintiera ante el TSJCV. Pese a ello, pretende salir de la aventura de la ropa que se probaba y obligaba a enmendar sin repudio penal ni político. Los trajes le han salido gratis, y de eso se trataba. Es un revolucionario, porque ha desarrollado la fraternidad contemplada por la Revolución Francesa más allá del sueño confraternizador de sus autores. La economía enseña que no hay almuerzos gratuitos y que, si nadie regala nada, una trama corrupta todavía menos. Excepto al presidente valenciano, el político más regalado.