Las tormentas con aparato eléctrico, pero más potentes y de corta duración, azotaron el área metropolitana de Toronto a principios de esta semana. El fenómeno fue tan potente como inesperado, ya que los servicios del departamento de predicción de Environment Canadá, a diferencia de la Agencia Estatal de Meteorología española, no lo habían anunciado adecuadamente. Aún así, la virulencia de la tormenta –con truenos estrepitosos y rayos a su medida- provocó desperfectos, arrasó árboles y obligó a retrasar el despegue y aterrizaje de vuelos. Lo más curioso del episodio es que en toda la provincia de Ontario se ha levantado la polémica sobre los pronósticos meteorológicos, ya que la población canadiense parece confiar muy poco en la veracidad de los partes. Los meteorólogos, incluso, explican cómo han llegado a ser insultados por ciudadanos, que se han sentido defraudados. Pero luchan contra el ridículo y recuerdan, según el periódico Toronto Star, en la pasada década de los 90, el régimen talibán prohibió las predicciones en Afganistán por considerarlas fruto de la brujería.

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