Solo , compuesto y sin socios. Alarte se enfrenta a la larga antesala electoral obstinado en no pactar con nadie, dándose de bruces contra sus alianzas efímeras y perdiendo apoyos entre los suyos. Pajín y Alicante son los signos más concluyentes. No los únicos. Y con un agravante. Nadie quiere comprometer su imagen con la del secretario general. Ni siquiera para auxiliarle. Su obstinación en alejarse de los consensos que garantizan la estabilidad necesaria para construir las políticas le han dejado sin socios. Y sus aliados internos tampoco le ayudan a recomponer su escasa iniciativa política. Están a la expectativa, que es ese estado límbico que antecede a la claudicación. El posible castañazo en las autonómicas –cualquier resultado que no extienda el suelo electoral con firmeza será un mal resultado– enquista la capacidad de establecer consensos y acomoda su ya sólida vulnerabilidad.

Y bajo ese despoblado vacío es muy difícil caminar por la vida política. Si fallan las terminales del partido, la única alternativa consiste en edificar un liderazgo social. No es el caso tampoco. Y, sin embargo, desde ese estado de soledad, Alarte sigue confiando en sus posibilidades. Pero eso es sólo un ensimismamiento circunstancial. Cuando se rompa el hechizo, culminará la tragedia. Paradójicamente, es el PP el que le continua proporcionando balones de oxígeno. Se trata de una estrategia que ya ha copiado el resto de su propio partido: no conviene zarandearle en exceso porque él solito desboca a sus demonios dormidos. El caso de Benidorm es paradigmático. Pajín ha vencido –y su familia–aun perdiendo ella. Es la enésima batalla Alarte/Pajín. Habrá muchas más. Y ha destapado la cara más desnuda de Alarte: su flaqueza en la organización y su falta de tino político.No basta ya con iluminar los focos políticos y orgánicos con los principios de la ruptura y de la liquidación del pasado –¿se pueden olvidar las lecciones de la historia?–. La meta quizás sea inevitable pero la gestión del tránsito no puede ser peor.

Blanco/Pajín. Zapatero es especialista en colocar a personas divergentes –divergentes en sus opiniones– al frente de cargos colindantes. Son cosas del poder. Del miedo a que un dirigente acumule demasiado. Lo ha practicado en innumerables ocasiones. Un caso: el de Sebastián con Solbes. El desprecio al valenciano fue humillante. El más significativo: el de Pajín con Blanco. Y éste toca el nervio del partido. El último bocado de Blanco a Pajín se ha situado bajo el cielo de Benidorm. No hay tregua en esa pugna. Pajín recompone sus pedazos.

Los campsistas en retirada. Fulminado el extraño y disperso poder de los campsistas en Benidorm, la referencia del PP es hoy Gema Amor. De la pérdida de una alcaldía de esa envergadura no se sale de rositas. Y Pérez Fenoll, campsista, representaba la columna estructural de una de las dos fuerzas del PP en Alicante. Los espasmos del trance perdurarán en el tiempo. Y recomponer las piezas campsistas costará esfuerzos y dramas. Son las consecuencias de la mal gestión política, que no ha percibido ni los síntomas ni el terremoto hallándose en el mismo lugar del epicentro sísmico. Del mismo modo, la familia Pajín acumula ya todas las referencias. Hasta las más impensables, que limitan con la cara oculta de la política. Navarro pertenece a la familia. Y el clan ha accedido al poder. Crujirá el escenario político y crujirá Alarte. Y José María Pajín –el padre de Leire– extenderá su poder, ya de por sí abundante, por las comarcas del sur, desde su despacho de la subdelegación del Gobierno. Posee hoy una palanca inmensa. En la moción de censura, ha perdido el PSPV, pero ha ganado él.

El cerebro del PSPV. El juego de las correspondencias no atiende a razones explícitas y a menudo supone la perversión del ideologismo. Blanco necesita a Alarte y Alarte necesita a Blanco. El desplazamiento de la número tres del PSOE ha alimentado el matrimonio. La guerra abierta entre Blanco y Pajín, también. Sin Pajín –y los Pajín–, Alarte necesita respaldos ante su fragilidad. Y Blanco siempre está dispuesto a ganar un aliado contra la valida de Zapatero. En la crisis de Benidorm, Alarte ha funcionado como una marioneta de Blanco, verdadero cerebro de la estrategia del PSPV.