Siglo XXI. El ayuntamiento de Valencia ¿a instancias de quién? «ha decidido» derribar la Muralla del Jardín de Monforte también conocido como l'Hort de Romero. La Dirección de Patrimonio «valenciano» ha despachado en dos folios su visto bueno en función de no sé qué vegetación que siempre estuvo ahí y que ahora casualmente les importa salvar derribando un monumento nacional y no aplicando los conocimientos botánicos contemporaneos, que no son pocos . ¿Cómo se llama eso?... Saben que la Carta de Venecia, la Biblia del patrimonio, que protege los jardines históricos, los define no solo como vegetación sino como simbiosis con arquitectura. Saben que el Jardín de Monforte es «un hortus conclusus», un huerto cerrado, como lo han sido todos en Valencia, que fue el último huerto privado de Valencia para el disfrute de todos, que data de 1840. Un huerto-jardín cerrado como los hay en todo el Mediterraneo. En Roma, en Nápoles, en Barcelona, en París. Saben que figura en el libro de los Jardines de España del Marques de Lozoya y en todas las guías turístias cultas que sobre Valencia hay. Saben que fué inmortalizado por Santiago Russiñol y por Nonell.

El informe sobre el que se basa el atentado -no habiendo querido ser firmado por ningún técnico competente- lo ha sido por una arqueóloga, del viejo equipo de Carmen Aranegui, que fué, sí, amigos, la perpetradora del atentado del Teatro Romano de Sagunto, que tanto cacarearon algunos medios que ahora o guardan silencio o jalean el delito... ¿vale Reyna?... ¿Vale algunos vecinos...?

El Consell Valencià de Cultura, para el que D. Santiago Grisolía me ha propuesto como miembro y que desde esta tribuna, lleno de asco, renuncio, ha pasado por urgencia la propuesta de derribar el muro de Monforte. Con algún nivel de verguenza, poca, se ha aceptado abrir dos puertas, una a la calle de Grisolía, Severo Ochoa, ¡qué bonito! y otro a Plaza de la Legión Española. ¿A que no saben quién vive ahí, además de mi pobre tía Mariu de 90 años? y ¿quién ha apoyado la campaña de «Jardin para ellos»...? Les aseguro que la lista es de lo más jugosa...

A nadie de la Dirección General del Patrimonio «valenciano» y menos del Ayuntamiento, parece importar que el Jardín de Monforte, tal como es, fuese declarado Jardín Histórico Nacional en 1941. Los Monforte estamos acostumbrados a batallar. Nos lo declararon Monumento Nacional cuando el primer alcalde de Franco, cuyo nombre les brindo a averiguar para que sepan quién es quién en Valencia, quiso que se lo vendiesemos a dos duros al Colegio de las Esclavas. La hermana del alcalde era la superiora. A mi abuela, María Monforte, ya le llovía sobre mojado cuando tras volver a Valencia, acabada la Guerra Civil, en 1940 le pidió al gobernador militar a través de su amigo Joaquin Maldonado, secretario del Tirano, que le devolviese su Hispano-Suiza incautado como coche del gobernador. Lo hizo y se lo devolvió en 25 cajas de madera, desmontado hasta la última tuerca. Tras la riada, mi tío Enrique limpió el Jardín ante la crítica de otros familiares que le animaron a ararlo para que el solar deviniese lo que hoy es el palacete de Ripalda, la Pagoda, Xanadú y Potala... Esos que hoy quieren tener vistas desde sus porterías sobre el Jardín y que no se conforman con las de sus balcones y con las sombras que los rascacielos han proyectado sobre el monumento. Créanme si les digo que al escribir esto desde tan lejos, solo me mueve Valencia y la memoria de los muertos que no se levantan. Veo con rabia y tristeza cómo se destruye ímpunemente nuestro patrimonio. Veo cómo intereses bastardos esconden y aceleran decisiones irreversibles y lo denuncio, no desde la ideología, tanto monta -¿quién me puede acusar de partidismo?-, sino desde la patria y en español para que nadie se confunda. ¡Que no sea Monforte el nuevo Teatro Romano de Sagunto!

Consul General de España en Nueva York