Leyendo la información sobre las 178 estupendas propuestas y razonamientos que Josep Sorribes ha reunido en el libro Valencia, una ciudad manifiestamente mejorable, no he podido evitar la sensación de que ya lo he vivido, leído, oído otra vez. «Déjà vu», dicen en francés. Ese gato ya lo he visto antes. El seguramente loable trabajo de arquitectos, ingenieros, catedráticos… nos devuelve a los tiempos en que los llamados asesores de Alcaldía se estrujaban los sesos por llevar cada mañana una idea nueva a Pérez Casado o a Clementina Ródenas sobre qué hacer con la capital. La diferencia es que antes llegaban a un despacho. ¿Ahora, éstas, a dónde van? Encomiable el esfuerzo, ciertamente. Pero cabe preguntarse para qué. ¿Barberá mirará si quiera la primera página? No quisiera recordar aquello de Ortega que repetía el diputado Bru de que todo esfuerzo inútil conduce a la melancolía.