Como ya hemos dicho alguna vez en este mismo medio, la Universidad debe de adaptar su producción de egresados, así como su cualificación, a las necesidades del tejido productivo. Dicho de otra manera, es un despilfarro producir buenos profesionales si estos no se integran en el mercado laboral del entorno, Comunidad Autónoma o País, que en definitiva, son los que han financiado, a través de los impuestos de los ciudadanos, la formación recibida, para que esta revierta a su vez en generación de riqueza para el que la financió.

En términos medios, formar en una Universidad Pública a un profesional de alta cualificación, médico arquitecto, artista o ingeniero, cuesta a las arcas públicas unos cincuenta mil euros cada uno. Se trata de una buena y necesaria inversión siempre que dicha producción pueda ser absorbida por el mercado laboral, con la cualificación requerida (no vale que el médico realice labores de enfermero, el arquitecto de maestro de obra o el ingeniero funciones propias de la Formación Profesional), la cualificación de las profesiones es necesaria, así como también es fundamental adecuar los niveles de cualificación a las necesidades especificas del puesto de trabajo.

En nuestro país existen distintos niveles de formación, varios de ellos, los que exigen más cualificación, están adscritos a la Universidad. A continuación, con muchos matices y a grandes rasgos, enumeraremos dichos niveles, así como sus perfiles profesionales para una formación tecnológica:La Formación Profesional debe adaptarse curricularmente a los objetivos de instalación, producción y mantenimiento.Los Grados (correspondientes a un nivel entre las antiguas Ingenierías Técnicas y las Ingenierías Superiores), al Diseño y la Concepción de Procesos y Sistemas. Los Masteres Universitarios (correspondientes a un nivel similar a las antiguas Ingenierías Superiores y que heredarían las plenas competencias profesionales de éstas), a la Coordinación y Gestión de Procesos y Sistemas. Los Doctorados a la Innovación e Investigación.

Pues bien, si la falta de cualificación del tejido tecnológico del País (en general) y la sobreproducción en los niveles de producción más altos, que son los que se imparten en la Universidad, ocurre que los Masteres, e incluso los Doctores, acaben realizando tareas que corresponderían a los perfiles de Formación Profesional, que es lo que, por otra parte, es lo que más necesita el País actualmente. Esto conlleva, sobre todo en épocas de crisis, a que la oferta de FP, a niveles retributivos de FP, la ocupe una Master o un Doctor, con la consiguiente desmotivación intrínseca del titulado que ve inútil su excesiva formación para el puesto que ocupa y también la escasísima compensación económica relativa al esfuerzo requerido para obtener su titulación.

En otro orden de cosas, también es frecuente asistir impotentes a la sangría que significa que nuestros universitarios, excelentemente formados en la enseñanza pública pagada con los impuestos de todos los españoles, acaben marchándose al extranjero a trabajar, porque allí si que se les reconoce su cualificación y se les retribuye adecuadamente.

Piénsese en Medicina e ingeniería, por poner un ejemplo. Si al año se nos van unos cuantos miles de profesionales de estas características al extranjero (donde no han pagado nada por su formación), eso significa unos cuantos cientos de millones de euros al año que regalamos «gratia et amore».

Lo peor es que, en general, ya no vuelven a nuestro País, porque allí donde están si que se les valora su cualificación y se la retribuyen. Nosotros, para que vuelvan y retornen al país la inversión que hemos realizado en su formación ¿qué les ofrecemos? Actualmente tenemos muy poco que ofrecerles desde el punto de vista retributivo y también desde el punto de vista de realización profesional.

La Universidad española, desde la segunda mitad de los ochenta (el siglo pasado) ha crecido un disparate. Se ha más que triplicado y este absurdo crecimiento se ha hecho sin orden ni concierto. En cualquier caso un crecimiento desadaptado e independiente de las necesidades del tejido económico y social del País. No hablo de calidad, hablo de cantidad, de desproporción, de sobredimensión, de sobrepeso.

Es necesario y urgente que la universidad adelgace. De lo contrario estamos asumiendo un serio riesgo de colapso.