Dos concejales del PSPV han decidido desoír a J. Alarte y seguir adelante con el proceso para intentar anular la modificación urbanística que permitirá al Valencia vender el campo de Mestalla, pieza angular de toda la operación para construir el nuevo coliseo en la avenida de las Cortes Valencianas y para la salvación económica del club. La decisión vuelve a poner de actualidad un tipo de solución para las necesidades de liquidez de la SAD que data de cuando el mercado inmobiliario se prestaba a cualquier tipo de truque. Sin embargo, esta misma semana hemos visto también cómo el otro equipo de fútbol del Cap i Casal, el Levante, ha conseguido a su vez que el ayuntamiento le recalifique el terreno de su estadio.

Los clubes de fútbol —en general— se han convertido en verdaderos pozos sin fondo que tragan todo el dinero que se les eche: recalificaciones, patrocinios, créditos… Ajenos a la crisis y a los tiempos de ajuste que afectan al país y al conjunto de los ciudadanos, siguen enfrascados en la dinámica de fichajes multimillonarios o primas no menos jugosas: ahí están los 600.o00 euros que se embolsarán cada uno de los jugadores de la selección española si ganan el Mundial de Sudáfrica.

Parece lógico que esta vorágine encuentre un freno. O que, al menos, no siga alimentándose de fondos públicos, cuando no de tratos de favor concedidos por las administraciones con tal de no enfrentarse a unas aficiones que no atienden a cuestiones racionales.