Escuché hace pocos días cómo algún portavoz de UPyD resaltaba como positivo el hecho de que su programa para las elecciones autonómicas será el mismo en cada una de las autonomías donde se presente. Vamos, que en La Rioja como en Murcia, el texto programático que regiría la actuación de esta formación si alcanzaran el gobierno sería el mismo. Sin duda resulta alarmante pensar que el plan que puedan tener en cuestiones agrícolas, por poner un ejemplo de competencia autonómica, pueda ser el mismo para las viñas riojanas que para los cultivos de la vega murciana.

Resulta tranquilizante que esto no parece más que un brindis al sol, de aquel que está instalado en unos códigos jacobinos que confunden de plano principios de igualdad con igualitarismo, de ese que es incapaz de percibir el todo como algo plural y repleto de matices que precisan de tratamiento diferenciado. Hace ya dos siglos unos liberales radicales asimilaron los privilegios con lo que eran diferencias, e impusieron en España un igualitarismo legal y administrativo (completando la labor que ya la administración borbónica había comenzado) que terminó con los pasiegos vascos, navarros, aragoneses, gallegos, catalanes y valencianos echados al monte apoyando la causa carlista. De aquellos lodos vinieron unos polvos que hoy todavía fluyen por la atmósfera, de aquello de Dios y Fueros que entonaba el requeté en la marcha de Oriamendi (en su versión original) el acrónimo JEL (Jaungoikoa Eta Lagizarrak) la versión en euskera del lema del PNV, Dios y Leyes viejas.

Integrar supone establecer una política clara en materias de ámbito territorialmente compartido —un ejemplo paradigmático es la política hídrica— así como definir las atribuciones propias de cada administración, como las relaciones exteriores o justicia, en cuanto a la unidad del poder judicial. Pero también exige la capacidad de respetar y amparar los ámbitos de autonomía fundada en elementos históricos en realidades sociales y pragmáticas. Así se desmonta de base la falsa idea de igualdad cuando se compara la situación en la que se encuentra un desempleado extremeño de larga duración que cobre los 400 euros u otro de Madrid en idénticas circunstancias: sólo haciendo números y atendiendo al coste de lo básico que cada uno de ellos tendrá que hacer frente a final de mes en función del coste de la vida de uno y otro lugar.

En fin, que a veces aterran aquellos que se abrazan a las ideas, sin que alcancen a comprender que las ideas son obra de los humanos y que si la realidad exige mejorar o reformar las mismas, es necesario realizarlo. Vamos, que parece mejor pensar cómo se gobierna que gobernar como se piensa.