Es posible que las formas ya no tengan demasiada importancia, pero hay modos y modos de ejecutar el gran juego, que es jugar con la muerte. Hasta el clásico de la ruleta rusa tenía más finura que el «balconing», que consiste, al parecer, en tirarse directo a la piscina desde el balcón de un hotel. ¡Qué modo tan zafio y brutal, qué pérdida de formas! Pero siempre hay un hecho de contraste, y ahí está la historia del hombre que, llevado por las desgracias de la vida al extremo fatal de la angustia —aquél en el que ésta ya se ha adueñado hasta de la última célula del cuerpo— se ha dejado morir en el nicho vacío de un cementerio, donde el vigilante encontró el cadáver al hacer la ronda, sin exhibir siquiera signos de violencia o acción propia, solo la sospecha vehemente de que la voluntad de vivir se había ausentado de él. Tanta delicadeza, o tanto humor, merecen el mayor de los respetos.