Fuerte como una roca, noble como un diamante». Nos referimos, obviamente, a Purk. En los remotos tiempos de la Edad de Piedra, luchando contra feroces animales, criaturas horripilantes, plantas carnívoras, hombres primitivos desaliñados y malvados, Purk tiene una misión: eliminar el Mal allá donde se halle. En el combate le acompañan su amada Lila, Tiba y Sandar, de su misma agrupación. Purk posee una fortaleza indestructible y una voluntad inquebrantable. Es un varón muy recio, fuerte, y enamorado. Limpio, duchado diariamente en las cataratas de Bambarakanda. Durante sus innumerables correrías, la frágil Lila se le abraza al cuello y de este modo el atlético Purk la transporta de un lado a otro para que no se extenúe. Su misión no admite relajamientos. Apenas duermen porque los peligros acechan detrás de cada bosque de helechos. Pero, al menos, tienen vivienda, una sencilla cueva de 2x1. Y no les falta el fuego porque, precisamente, Purk lo había inventado ya en Paleolítico, el periodo de la historia de la humanidad de las idealistas aventuras de nuestros héroes.

Efectivamente. Una cierta noche, después de que Purk y Lila se retiraran a su cueva, él, que padecía insomnio, consecuencia del noble estrés a que estaba sometido, en vez de contar diplodocus para recobrar el sueño (millones de años después, no se contarían diplodocus, sino ovejas), reparó en que golpeando piedras contra piritas, brotaban chispas y que podía inventar el fuego. Así lo hizo. A partir de este momento ya no soportaron tanto frío y les sirvió para cocinar algunas chuletas de terosaurios.

Las armas que utilizaban Purk, Tiba y Sandar para erradicar el Mal se circunscribían a gruesas ramas arrancadas de los árboles o al fémur de un animal de mucha envergadura, el baluchitherium, o, en su defecto, el mesohippus. Pero un día, al amanecer en la república de Purk, pensó: ¿qué mejor arma que una piedra? Un genio, sin duda. La piedra, usada como proyectil, les daría ventaja sobre sus enemigos. Evitarían así el cuerpo a cuerpo y al mismo tiempo podrían acosarlos a distancia e incluso sorprenderlos emboscados en la copa de un árbol.

Pensat i fet. Purk perfeccionó al poco su invención. Pronto se dio cuenta de que si bien su fortaleza era mayúscula, el radio de acción de una piedra lanzada con la mano era limitado. Entonces, ideó la honda. Afiló una piedra de sílex, fabricó algo parecido a una cuerda o correa actual con los tendones de un terodáctilo que le habían sobrado del puchero, hizo artesanalmente un receptáculo con la piel de un baluchitherium y colocó la piedra. Los primeros ensayos contra los malvados fueron demoledores.

Ignoramos todavía si fue mayor su sorpresa o la brecha que Purk le abrió a varios en su parietal derecho. Purk fue también el precursor de un juego infantil muy común y extendido entre los niños valencianos de pueblo: «fer harca». ¿Qué es «fer harca»? «Vol dir tirar-se pedres uns xiquets als altres», según el erudito Rafael Escobar. Un juego, de la Edad de Piedra, claro. No sería mala idea recuperarlo en las sesiones de las Cortes Valencianas.

Finalmente, una primicia. Purk, Tiba, Lila y Sandar, escribieron su propio himno de batalla. Reproducimos las dos primeras estrofas: «Tires la pedra, / on anirà…? Així és l´home, / qui sap on va… / qui sap l´home / on anirà».