En el encuentro que se celebra desde anoche entre Boris Izaguirre y sus invitados saltan a la vista algunos detalles. Veamos antes otros. Las promociones que ha hecho La 1, un poco de tapadillo, han sido escasas. En las promociones escasas que La 1 ha hecho del programa de Boris Izaguirre ha dado tiempo de verlo entre los relumbrones dorados de la cabecera del programa, andar muy resuelto, como si fuera una estrella del baile o un modelo sobre la pasarela, y cruzar los brazos con un estilo entre el seductor que estudió a distancia y el chuleta un poco repipi. Y más, viendo esas escasas promociones, casi un suspiro, también da tiempo de sobra para preguntarse quién le aconsejó que se quite y se ponga unas gafas negras, horteras para la noche y el interior de un plató, dígase horteras gritando como un cochino y alargando la última sílaba muchiiiísimoooooo.

Antes de ir al meollo, quedan otros detalles. El programa se llama Humanos y divinos. El presentador, también en las promociones, habla de un programa entre el cielo y la tierra. El programa va detrás de Las chicas de oro. ¿De ahí la refulgencia de los globos con espejitos dorados como de discoteca de los 70? Si se llama Humanos y divinos, no tiene por qué haber divinos, aunque se espera que al menos haya humanos. Viendo la cosa, por poco que se haya visto, uno se da cuenta más rápido que David Cantero de su error yéndose a Telepús, de que podría haber seguido llamándose En noches como esta, pero claro, Boris no es Juan Ramón Lucas. Me quedo sin espacio para comentar el programa. Ni falta que hace. A estas alturas, nadie sobre la tierra es capaz de descubrir nada nuevo en Raphael, divino sobre el escenario, mediocre humano en un plató.