En el pleno sobre el presupuesto de 2011 de les Corts Valencianes del pasado jueves, impactaron tres hitos: a) la ausencia del president de la Generalitat Valenciana (GV); b) la estimación de la deuda de la GV y de sus empresas públicas, en 45.000 millones de euros, dada por Ángel Luna en el marco de la defensa de la enmienda a la totalidad, presentada por el PSPV; y c) la no negación de esta cantidad, ni por parte del conseller Camps, presente en su escaño, ni por el portavoz popular Ricardo Costa, quien dijo que la GV podía asumir su deuda.

Respecto a la ausencia del president en el debate más importante del año para todos los valencianos, y muy en particular, en momentos como éstos, con la que está cayendo en términos de incertidumbre y empobrecimiento colectivo, expresar un sentimiento de consternación. No fue plato de gusto, ser testigo de una conducta que en el mejor de los casos no sería aceptada por ningún tribunal deontológico y en el peor, podría calificarse de insolidaridad indigna del cargo.

La cifra del apartado b), que los diputados recibieron sin ninguna reacción aparente, produjo taquicardia, tras un cálculo mental rápido: de confirmarse, la deuda de la GV alcanzaría el 45% del PIB de la Comunitat y si se tiene en cuenta que la actual deuda del Reino de España tiene como titulares al Gobierno central en un 75%, a las CC AA en un 17 % y en casi un 8% a los ayuntamientos, la situación en nuestra comunidad alcanzaría niveles de gravedad superior a los registrados en Grecia cuando se tomaron las duras decisiones de esta primavera.

Era obligado intentar averiguar si el síndic socialista habría podido exagerar, en el fragor del debate y en vísperas de una situación personal poco agradable. Desafortunamente, el fin de semana que venía no eran días especialmente buenos para el correspondiente ejercicio de comprobación, ya que en pocos días aparecerán dos documentos solventes que actualizarán la situación, en lo que a deuda de la GV se refiere: las cifras del Banco de España, actualizadas a 30 de septiembre, referidas a la deuda financiera en el marco del Protocolo de déficit excesivo de las comunidades autónomas y el informe de la Sindicatura de Comptes, sobre el cierre del Presupuesto de 2009. A la espera de ambos informes, no quedaba sino tirar mano de la documentación que acompaña a los Presupuestos de 2011 y tratar de confirmar algunos datos.

En el apartado c) de este relato, Ricardo Costa afirmó, con la contundencia de aquellos parlamentarios a los que quizás importan más la brillantez y el tono de las palabras, que la veracidad y comprensión de los conceptos usados, afirmó que la GV podía asumir su deuda, sin que hiciera referencia alguna al importe de la misma. Si Luna tenía razón, la afirmación de Costa, desgraciadamente sería tan incierta e inconsciente, como las imposibles cifras que leyó a continuación, según las cuales, los grandes eventos habían generado 66 millones de visitantes (algo así como si la totalidad de italianos e irlandeses censados hubieran pasado por aquí) creado 270.000 puestos de trabajo (recordar como comparación que hoy tenemos 500.000 parados) y que habían generado unos ingresos de 9.000 millones de euros. Afirmaciones que en boca de una persona que se supone está en el equipo que la dirige la GV producen algo más que alarma. Tras el debate, era necesario convencerse de que éste no podía ser el grado de inconsciencia y falta de rigor del Gobierno actual de la GV y con esta esperanza, el pasado jueves, uno salió en solitario a la calle de Navellos en una mañana luminosa, camino de la web y de la calculadora.

Lo que uno encuentra en la web es ésto: compromisos de pagos a 31 de diciembre de 2009: 29.500 millones de euros; deudas de las empresas públicas de la GV: 9.500 millones; deuda generada por la GV hasta septiembre de 2010: 2.300 millones. Una vez comprobado que la cosa alcanzaba una cifra de 41.300 millones, que multiplica por tres el presupuesto para 2011, que se acababa de debatir, uno se sintió como el sabio más pobre de los versos de Calderón, pues cuando Luna se lamentaba y ponía sobre la mesa una deuda tan formidable como 45.000 millones de euros, además había que ir recogiendo la hierbas que otro había arrojado, esto es, no contabilizadas en las cuentas que acompañan a los presupestos del 2011. Concretamente: mil millones recientemente prestados a la GV por Bancaja y CAM, las estimaciones existentes sobre facturas en los cajones, tanto por parte de las consellerias como por las empresas públicas (¡qué inmisericorde ha sido Gallardón, al decirle a sus proveedores madrileños que no van a cobrar!) el déficit que inevitablemente generará el Plan Confianza, el vencimiento de determinados avales dados a entidades que no pueden afrontarlos... Así, tras varias horas de trabajo, la conclusión fue dura: acabaremos 2010 con una deuda de la GV que superará la cifra dada por Ángel Luna.

Aunque una comunidad autónoma no sea un Estado, los mercados no nos van a permitir llegar a las próximas elecciones de mayo sin que hayamos dado unas garantías que aquí nadie parece considerar. Es un hecho que el Gobierno del Estado no está en condiciones de hacer nada, pues está atado de pies y manos, bastante tiene con intentar asumir lo que es su responsabilidad exclusiva. Las últimas noticias que ha recibido Gallardon, y con él millones de madrileños, ha servido para que hayan empezado a comprender lo que tienen por delante. Aquí tenemos un problema análogo, que nadie con responsabilidades en la GV parece querer poner sobre la mesa, como no sea para decir lo poco que ZP y el gobierno del PSOE quieren a los valencianos. Un argumento que no enternece a banco alguno.

La decisión de escribir esta reflexión puede estar en el límite de la pedantería, pero en determinados momentos hay que recurrir a aquello de «al buey por el asta y al hombre por la palabra», e insistir en que hoy, a finales de 2010, el estado actual de las finanzas de la GV (y con ellas el estado de bienestar de los valencianos) están en quiebra. Decir la verdad a la gente de forma cuidadosa y valiente es una de las obligaciones del político.