El GAV ha dado su gran golpe denunciando ante la Unesco el peligro infantil en los «Castells» proclamados Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Pero como dichos castillos son reconocida imitación de la Moixeranga de Algemesí, de rebote la queja puede afectarnos. En esto falló el valencianismo tricolor. Nadie puede luchar contra sí mismo sin ser derrotado. Lo catalán copia lo valenciano tradicionalmente. La lengua catalana moderna es traslación de la lengua valenciana clásica. La sardana ya la bailaban en Llíria hace más de 5.000 años, véanse vasos ibéricos. Hasta la bandera independista catalana lleva franja azul parodiando la del Reino de Valencia para marearnos la perdiz.

El GAV denuncia que la participación de niños en estos eventos sólo satisface el ego de los progenitores. Tienen razón. Los primeros pederastas somos los padres, que estamos enamorados de nuestros hijos y los llevamos al «Trasllat» de la Geperudeta para que su toque a la patrona nos reconforte a nosotros. Otro episodio censurable es el «milacre» vicentino titulado «Detin-te en l´aire!», donde un niño interpretando un albañil cae de un andamio. O el infante encima de un elefante en un desfile de moros y cristianos. Todo son peligros para los niños que nos hacen gozar a los papás.

La pederastia mal entendida empieza por nosotros mismos. Los amores paternos nos ciegan. Otro caso es el de la pederastia viciosa, que también ha estado de moda en nuestras tierras últimamente. El sacerdote de Carcaixent, el vicario de Algemesí y el párroco de Vilafames han sido investigados por poseer más de ¡¡¡21.000!!! archivos porno-infantiles en sus ordenadores. Como atenuante podrían alegar que es imposible que les haya dado tiempo a verlos todos.

En esta cuestión de la pederastia maligna también hay mucha hipocresía. Todo lo que se prohíbe suscita apoyos. Deberían fabricarse películas de este estilo con muñecos o técnicas de animación avanzada para que estos depravados pudieran disfrutar de sus aberraciones sin molestar a nadie, una especie de metadona para trastornados. A fin de cuentas, también hay aficionados a las películas gore que ven esas porquerías en cualquier cine y con ello nos evitamos que salgan por ahí a cometer asesinatos. Tan repugnante es contemplar el martirio de un niño como que una persona destroce a otra. El que quiera basura, que tenga basura, aunque la inocua basura de la ficción.

Nos congratula que cura, párroco y vicario se hayan conformado con ver esas imágenes en la intimidad de sus templos, y que no exista ninguna denuncia de niños atacados por ellos. Vivían sus fantasías en privado y no molestaban a la feligresía infantil que tan a mano tenían. Olé por ellos. Me han recordado a Fray José, sacerdote dominico que se paseaba por los vestuarios cuando nos poníamos el traje de judo. Era un voyeur contenido del que nunca oímos ninguna queja en cuanto a propasarse. Su pasión por las beldades infantiles se expresaba en la simple admiración, a la manera de Muerte en Venecia. Sólo me cabe reprocharle que en segundo de EGB eligiera el dibujo de Salvador S. B. para ilustrar la felicitación de Navidad, cuando el mío era mucho mejor. Quizá influyó que aquel alumno, actualmente eminente abogado, era un angelical muchacho rubio y con ojos azules.