En espía huye del kagebé. A punto de ser capturado, se tropieza con una monja a la que le pide que lo esconda bajo el hábito. Cuando los agentes del kagebé se cruzan con la monja, le preguntan si ha visto a un hombre sospechoso que huye. La religiosa les informa de que no ha visto a nadie, y los agentes siguen su camino. Cuando el peligro ha pasado, el espía sale de debajo del hábito de la monja y dice: «Gracias, hermana, por haberme salvado de ser capturado». «Lo he hecho con mucho gusto», contesta la monja. «Si me lo permite, tengo que decirle, hermana, que tiene unas piernas muy hermosas. ¿Notó usted el leve besito que le di en las pantorrillas?». «Pues claro que sí». «¿Y sintió usted después mis besos fogosos en sus rodillas?». «Por supuesto». «¿Imagino que notaría también cuando fui subiendo y le pasé mi lengua por los muslos?». «¡Ay! Sí que lo noté, sí». «¿Y qué hubiera sucedido, hermana, si yo hubiese seguido subiendo y subiendo con mi lengua?». «Pues que me hubieras lamido los huevos. ¿O es que te crees que eres el único espía de por aquí?». Con una alusión de estas características es como debería recibir el secretario de organización del pesoe a Jorge Alarte, después de que haya quedado contrastado que el dirigente valenciano está por la labor de ocultar las siglas centenarias en la vorágine electoral y, si se puede, también al presidente del Gobierno.

En línea con la teoría de la monja, la pregunta al candidato socialista a plantarle cara a Camps sería: pero, ¿quién crees tú que ha hecho más méritos para esconderse? Que contados alcaldes por libre, capaces de presentar un balance de gestión, intenten por todos los medios evitar que el «tsunami» los arrastre, tiene sentido. Ahora bien, que el máximo representante orgánico del partido por estos lares avale la tesis de que «los míos están apestados» y, cuanto menos se les vea mejor, tiene su aquél. El problema se multiplica porque no debe ser fácil que Marcelino Iglesias ponga a uno en su sitio contándole un chiste. En tiempos de Arfonzo, otro gallo hubiera cantado. En un caso así, no habrían malgastado con el valiente ni media palabra.