Como reza el primer punto del manifiesto redactado en la madrugada del 18 de mayo por los acampados de la Puerta del Sol, «después de muchos años de apatía, un grupo de ciudadanos de diferentes edades y extractos sociales (estudiantes, profesores, bibliotecarios, parados, trabajadores...), cabreados con su falta de representación y las traiciones que se llevan a cabo con el nombre de la democracia, se han reunido en la puerta del Sol en torno a la idea de Democracia Real». Los restantes puntos y los temas sobre los que han discutido, reflexionado y acordado en los días de la acampada, en Madrid y en número creciente de ciudades españolas, no dejan de ser cuestiones obvias sobre la inoperancia del sistema democrático representativo, la escasa participación ciudadana que conlleva y su sometimiento a los poderes financieros.

Nada que no hubiéramos dicho ya docenas de críticos desde la politología, la sociología,asociaciones de todo pelaje, medios de comunicación, etcétera. Lo que a mi me parece más importante del movimiento es que esos acampados han comprendido que hay que pasar de ser consumidores a ser ciudadanos, dejar de aceptar el mensaje de privatización del comportamiento que tantos medios de comunicación nos transmiten, incluso subliminalmente, en nombre de los poderes que quieren mantener a toda costa el status quo.

Cuando la gente se da cuenta de que la ciudadanía conlleva un esfuerzo de participación en las decisiones comunes y no dejar que las tomen nuestros supuestos representantes políticos, ya se ha dado un gran paso y esto es lo que está ocurriendo con el movimiento del 15 del mayo a favor de una democracia real ya.

Debemos sentirnos orgullosos de que sea una iniciativa nacida en España aunque los vientos del Mediterráneo Sur han influído en ello así como el libro Indignáos y otros parecidos. El movimiento está llegando a los demás países europeos, a América Latina e incluso a Estados Unidos. Seguro que generará una dislocación del status quo como ya ha dislocado la campaña electoral local y autonómica española. Y como decía el Roto, «al levantarse los jóvenes, los partidos políticos han envejecido».