Acaba de caer en mis manos un curioso dietario de mediados del siglo XIX, que me ha resultado particularmente interesante por citar, entre otras cosas, acontecimientos meteorológicos relevantes sucedidos en Alcoi pero con conclusiones que pueden extrapolarse a otros lugares y a épocas más recientes. Resultan significativos los siguientes pasajes: «Día 12 de noviembre de 1841... Se cumplieron los 72 días para que isiera un buen temporal y no cayó una gota de agua». Lo interesante de esta reflexión es que por un lado se deduce que en un mes en el que ya debería haber llovido no ha caído nada y, más entre líneas, parece indicar el fallo de una de esas creencias populares de adivinación meteorológica (cabañuelas) en el anuncio de un temporal de lluvias. «Después de dos años de sequetad en el año 1842 en 24 de marzo día del jueves santo amaneció una grande nevada la qual dentro de la misma villa se puso palmo y medio de nieve, fuera tres palmos y en los montes una vara de nieve…». Llama la atención la nevada, por lo tardía (finales de marzo y semana santa), y por lo abundante, y su percepción como el final de dos años de sequía pero, sobre todo, por las diferencias de espesor, no sólo entre el pueblo y los montes, sino entre la villa y los alrededores a igual altitud, algo que también se detecta ahora y que todos achacamos a la isla de calor urbano. Sé que no se puede hacer ciencia de este escrito pero sí parece indicar que en esto de la observación del tiempo y el clima «no hay nada nuevo bajo el sol», aunque todos los días se empeñen en que están pasando cosas que no habían pasado nunca.