Estas notas se escriben a la vista de la reseña del Consejo de Ministros del pasado viernes, al que siguió la rueda de prensa de Rajoy que nos ha ocupado todo el fin de semana. En este último Consejo tomo cuerpo la carta que está ya en Bruselas, donde se materializan las contrapartidas que España propone a la UE para poder aplazar durante un año el objetivo de déficit. Seguramente el lector ya sepa que las medidas de ajuste superan los 102.000 millones de Euros hasta 2014 (si lo expresamos por años: mas de 13.000 para lo que queda de 2012, casi 40.000 en 2013 y otros 50.000 millones en 2014). Son cifras portentosas que hay que llevar a los dos grandes capítulos que importan a la Generalitat Valenciana (GV): sanidad y educación.

Según lo mandado a Bruselas: «€ entre el Gobierno central y los Ejecutivos regionales (los dos sectores citados) tendrán un efecto conjunto de 15.000 millones de euros... destacando la reducción del gasto farmacéutico, el ajuste de los ratios de alumnos y el incremento de la jornada lectiva». Pero atención que el texto es mucho mas profundo para la GV de lo que las cifras aparentan, ya que en el Plan de Estabilidad 2012-2015 remitido a Bruselas a finales de abril (con los recortes que ya conocemos y padecemos), el ahorro previsto era de sólo 10.000 millones, lo que significa que a lo entonces anunciado, respecto a estas dos competencias de la GV, van a tener que recortarse un 50% mas, de lo entonces previsto.

Obviamente este salto cuantitativo, al alcanzar cifras inesperadas, se convierte en cualitativo y desgraciadamente viene a confirmar los rumores según los cuales serían varios los Gobiernos autonómicos que habrían pedido al Gobierno de Rajoy que impulsara nuevos cambios en sanidad y educación para que ellos pudieran profundizar en los recortes y así cumplir con sus respectivos deficits. En otras palabras estamos viviendo un proceso de vernos obligados a rebajar aún más, materia tales como: la cartera de servicios sanitarios, el copago médico, la supresión de ayudas regionales a la educación no obligatoria, etc. como únicos mecanismos para poder lograr el techo de déficit comprometido. Haya o no haya rescate, definitivamente los tiempos y las reglas ya han cambiado oficialmente y posiblemente deban hacerlo también las personas y los equipos para explicarlos, siempre que se mantenga la legitimidad democrática que nadie debe discutir, por muy ineficientes que hayan sido nuestros políticos. Ya habrá tiempos para juzgarlos, ahora lo que toca es saber como defender nuestros sistemas colectivos de la forma mas solvente posible a tenor de los ingresos que se prevén.

Mas allá de la muy critica situación del Reino de España, en la Comunitat Valenciana ya sufrimos en carne propia las consecuencias inevitables del colapso de las arcas de la GV: impagos a las farmacias, ERE de empresas públicas, nóminas de los hospitales sin pagar, imposibilidad de presentar unas cuentas creíbles al Consejo de Política Fiscal y Financiera (CPFF), etc. No es inteligente seguir ocultando que la plasmación de esta pobreza colectiva va a acelerarse en las próximas semanas y para enfrentarse a esta nueva coyuntura, con la mayor madurez posible, el proceso pasa inevitablemente por asumirla, comprenderla y en su caso pedir un relevo de las personas.

Con independencia del grado de responsabilidad que se le pueda adjudicar, cuando un político legítimamente elegido parece estar superado y que no ha podido, o sabido, evitar el colapso de la institución que gobierna, la coherencia intelectual obliga a tomar decisiones. Tras explicar la situación a la ciudadanía, hay que facilitar la formación de un nuevo equipo que trate de enfrentar la situación que vive el colectivo que se gobierna. El cambio parece mas que necesario aunque no esta nada claro de donde puede salir un futuro gobierno valenciano que encare la crisis con decisión y que, en coordinación con el Gobierno Central y el resto de Autonomías, tenga la capacidad para analizar las condiciones en las que se puede reaccionar. Siendo consciente de la dificultad de asumir sentimentalmente la posibilidad, al iniciar este proceso de reacción, por otro lado vital, no podemos ignorar que pueden salir decisiones que quizás incluso pueden poner en tela de juicio la existencia del actual estado de las autonomías.

Hay que reconocer que el president Fabra y sus consejeros no ocultan la gravedad de la situación pero la solución que proponen no se dibuja por ningún lado. Seguramente tengamos un president que sea un bon xicot pero quizás esta superado por dos condicionantes aparentemente insuperables: un grupo parlamentario destrozado por incidentes judiciales cada vez mas dolorosos para la ciudadanía por su cercanía a la corrupción y un Consell cuyos miembros parecen incapaces de mantener sus propias iniciativas (en el caso del Conseller de Sanidad llevar adelante la reforma del sistema asistencial, en Hacienda plantear una política de control de la deuda, que hoy ya nos supera por todos los lados, etc., etc.) Para muchos ciudadanos la búsqueda y castigo de los responsables políticos autonómicos es un tema de constante conversación, donde lo político y lo valenciano parecen ir en paralelo camino de un desprestigio incontrolado que no podemos permitirnos. La toma de decisiones sobre un nuevo modelo político que permita mantener al menos una parte del estado de bienestar que hemos disfrutado ó intuido es inapelable. Hay que ponerse manos a la obra.

Las medidas mandadas a Bruselas se insertan en la CV con una GV que lleva demasiado tiempo sin conseguir un solo euro del sistema financiero lo que conduce a que sólo el Gobierno Central pueda acudir en su ayuda, cuando éste a su vez está frente a una intervención en toda regla por parte de la troika. Es por ello que no conviene alegrase en demasía cuando el CPFF nos autoriza mas endeudamiento para 2013, ya que nadie esta dispuesto a prestarnos. De hecho todo indica que la GV cerrará 2012 con unos 10.000 millones de euros prestados por el Estado a través de distintas mecanismos que ya no pueden sostenerse mas. Fue patético oir la semana pasada al Conseller de Hacienda afirmando, en las Corts, que «creo que ha habido intereses políticos en demonizar y estigmatizar a esta Comunidad, no con una intención de desprestigiarla, sino de acabar desprestigiando al propio Estado de las autonomías». Son frases que sólo se explican al borde de la extenuación, ya que no vale la pena hablar de una posible insolvencia.

Ya no vale seguir planteando problemas de interpretación sobre la palabra intervención ya que todos sabemos lo que significa la petición de la GV de adherirse al Fondo de Liquidez Autonómica (FLA). De hecho, la necesidad de recurrir a endeudamiento financiero ya estaba recogida en los propios presupuestos de la GV de 2012. Es decir, en las cuentas de este año ya estaba prevista la emisión de deuda de 3.500 millones, autorizada por el Gobierno, pero el problema no es otro que la GV no ha podido colocar ni un céntimo en emisiones de deuda mayorista. El FLA, sin ser la solución inicialmente solicitada es un crédito que permitirá cubrir la diferencia entre ingresos y gastos ya prevista en las cuentas. Hablamos de un planteamiento que ya fue responsabilidad de Fabra y su actual Consell, pero que no se ha podido o sabido llevar a la práctica (otros están casi tan mal, pero es consuelo inútil).

Nos aguardan tiempos muy duros, los distintos responsables de la GV y de su entorno han tomado durante demasiados años decisiones equivocadas y aunque Fabra no sea el responsable de ello, es evidente que hoy no sabe como dar una respuesta, por otro lado nada fácil, a lo que nos aguarda. Fabra tiene toda la legitimidad democrática para seguir en su puesto, pero debe reflexionar sobre si él y su Consell tienen la autoridad moral suficiente tanto para pedir sacrificios a los valencianos, como solidaridades a nuestros vecinos españoles y europeos.

En una primera lectura uno cree que Fabra y el PPCV no debería mantener su actual posición y que ha llegado el momento de los grandes acuerdos, aunque ello pueda suponer tener que poner la dimisión sobre la mesa. Obviamente el resto de grupos políticos tienen mucho trabajo a hacer. Hacer oposición se convierte en algo especialmente difícil,