No he echado la vista encima a la antología en la que 28 escritores eligen los fragmentos que mejor los reflejan. Quizá no lo haga, salvo para saber cómo querrían que los vieran. Indagar en el alma de los escritores es una aventura fascinante, pero el escritor no debe participar, pues sólo serviría para confundir al investigador. El gran juego de la escritura consiste siempre en ocultarse. La experiencia más honda y genuina que alguien puede vivir es la que transcurre en la jungla interior, llena de enigmas, peligros y emboscadas. Nadie se ha atrevido hasta ahora a contar sin censura lo que en esa expedición ha hallado, y esa censura toma justamente la forma de la literatura. Los disfraces del escritor, sus distintas voces, los ecos de esas voces, componen el arte literario. En profesionales del disimulo la elección del fragmento que los retrata sólo puede ser otro modo de despiste.