En el tedioso y tórrido verano que sigue con nosotros se buscan todo tipo de soluciones para refrescarse. Más allá de las soluciones más al uso, piscinas y playas, en algunos contextos de interior contamos con espacios fluviales ciertamente interesantes. Se constituyen como auténticos oasis, rodeados de la aridez estival y los paisajes agostados del verano. No me estoy refiriendo a los nacimientos de grandes ríos o a embalses conocidos a nivel nacional sino a pequeños parajes calcáreos. El otro día estuve en Els Pous Clars, en Ontinyent, en la comarca valenciana de la Vall d´Albaida. Se trata del nacimiento del Rio Clariano y tiene la ventaja o el inconveniente de la cercanía a una carretera para ser extraordinariamente conocido, lo que le hace estar también demasiado explotado. Barranc de la Encantada en Planes, o Racó de Sant Bonaventura en Alcoi son otros ejemplos cercanos. Son grandes "charcos" de agua clara y fría enmarcados por un magnífico paisaje de vegetación de ribera, que nadie adivinaría en el agostado paisaje mediterráneo cercano. Es una muestra más del magnífico trabajo de la regulación kárstica, de cómo la roca caliza ha ido almacenando en el subsuelo agua de esas grandes trombas, que caen repartidas en unos pocos días en nuestro clima mediterráneo, para ir soltándola poco a poco en las épocas de sequía o aridez estival. Su buena salud es el verdadero síntoma del comportamiento pluviométrico del año, y del estado de los acuíferos, mejor de lo que lo indica el paisaje estival o la corta memoria de los ciudadanos. A pesar de lo que alguien dijo de la maldición de la caliza por impedir la circulación superficial, el mismo clima en un contexto litológico marcado por materiales más impermeables haría que toda esa agua se perdiera irremisiblemente por escorrentía y evaporación. Para mí la caliza no es una maldición, siempre y cuando el hombre no sobreexplote los acuíferos.