Rafael Conde «el Titi» fue homenajeado el lunes, décimo aniversario del fallecimiento, ofrendándole un ramo de flores la Casa del Artista ante su monumento. Más que a un cantante, se rinde tributo a un valiente, pionero del orgullo gay. Naturalmente sonó su emblemático «Libérate», canción de Vicente Raga inspirada en una pintada de los años setenta: «Homosexual, allibera´t». Con cuatro rimas nació un himno tan sencillo como genial: «Ser sexual no es delito; no te calles, lanza el grito»; «no escondas más tu pancarta, no la quieras ocultar, y que mal rayo le parta al que no quiera mirar». Consignas por la libre opción sexual que de repente recobran vigencia inesperada.

Cuando en Polonia mandaban los gemelos Kaczynsky quisieron prohibir al teletubbie «Tinky Pinky» por gay. ¿Estupidez, ignorancia o hipocresía?

Ahora en Ucrania han dictaminado que el mariconazo es Bob Esponja y por tanto también hay que suprimirlo. La «Comisión para la Defensa de la Moral», organismo de nombre tan ridículo como anacrónico, se basa en la opinión de la psicóloga Irina Medvedeva.

Según esta lumbrera, tres detalles advierten de lo maligno del personaje. Los niños después de ver Bob Esponja: hacen muecas y burlas, ríen a carcajadas y repiten sonidos ostentosamente. Pretende pues que los niños ucranianos sean muy serios, nunca se rían y además estén calladitos para no molestar.

Con una infancia triste se garantiza una juventud reprimida y unos adultos esclavos, capaces de soportar todas las tiranías. Anulando la sexualidad se domina mejor a los ciudadanos. Quien está castrado en sus deseos más íntimos pierde toda capacidad de oposición.

Todos esos jóvenes ucranianos gays y de otros países del Este que soportan secretamente su condición sexual nos causan mucha lástima. Incluso sus familias no los aceptan por seguir la mentira social, ignorando sus verdaderos sentimientos íntimos. Prefieren fingir lo que no son antes de ser valientes y tomar sus propias decisiones, llegando a creerse lo que les imponen caprichosamente en contra de su propia naturaleza.

A los inquisidores ucranianos les recetaríamos un remedio autóctono. A falta del maestro enviaríamos al artista Miguel de Valencia, el mejor discípulo del Titi, a Kiev vestido de cosaco, a que cantara el «Libérate» pero traducido al ruso o ucraniano. Escuchar en su propia lengua «No sigas más oprimido, busca tu felicidad, que aunque muchos lo critiquen, el que lo prueba repite, yo no sé porqué será» seguro que le producía a Irina Medvedeva un trauma tan grande que se volvía lesbiana.