Ningún promotor, ni público ni privado, se ha mostrado capaz de desarrollar el área residencial que Santiago Calatrava diseñó para completar el llamativo perfil de la Ciutat de les Arts i les Ciències. Los tres rascacielos de 58, 70 y 80 plantas que rotaban sobre su propio eje no han encontrado un inversor decidido a asumir el elevado precio del solar y la no menos abultada minuta del arquitecto. Calatrava cobró de la Generalitat 15 millones en cheques nominativos por el proyecto y la maqueta de las tres torres pero la iniciativa nunca superó la presentación estelar que se organizó en el Palau de la Generalitat en noviembre de 2004 ante decenas de fotógrafos y cámaras de televisión. La divulgación electoralista de la idea quedó garantizada, pero la obra no.

Hoy, casi una década después, el Consell suspira no sólo por encontrar un comprador para esa parcela, sino también por adjudicar a buen precio la gestión de la Ciutat de les Ciències, cuya deuda, déficit y mantenimiento suponen un auténtico martirio para las cuentas públicas. Al proceso de privatización de la oferta de ocio que se cobija bajo la arquitectura esquelética de Calatrava se añade ahora la propuesta de London Eye, la empresa que administra la enorme noria que domina el horizonte de la capital del Reino Unido. Su plan consiste en aprovechar el solar destinado a los rascacielos para construir allí un parque de atracciones. Valencia vuelve a interesar a los inversores. Al menos en este caso el dinero lo arriesga la iniciativa privada, que no es poco por estos lares, ya saben.