Los presidentes de Madrid, Comunitat Valenciana y Baleares, Esperanza Aguirre, Francisco Camps y Jaume Matas, firmaron el 12 de julio de 2004, en Palma de Mallorca, un protocolo de colaboración con el deseo de reforzar un proclamado «eje de la prosperidad», en respuesta a unas señales que advirtieron como de intensas relaciones económicas y comerciales, generadoras de bienestar y riqueza entre sus respectivas comunidades.

Hoy, casi diez años más tarde, aquel denominado eje de la prosperidad, permanece en el recuerdo de la trayectoria de aquellos presidentes: Jaume Matas, condenado por corrupción, Francisco Camps, absuelto en su proceso, y Esperanza Aguirre, hoy en la empresa privada. Aquello fue una alianza coyuntural en contraposición al eje natural, cultural y social, que forma el arco mediterráneo con transcendencia económica desde hace siglos, y, más recientemente, señalado por el Banco Mundial para la racionalización de las infraestructuras europeas. En esta línea, desde hace muchos años, venían reuniéndose, periódicamente, las Cámaras de Comercio en la denominada Conferencia Permanente de Cámaras de Comercio del Norte y Este de España y Sur de Francia (Copef).

Cualquier ejercicio de prospectiva económica perfila el marco que va desde el Languedoc-Roselló, pasando por Cataluña, Valencia, Murcia, llega a Andalucía y, cruzando el estrecho de Gibraltar, pasa al norte de África, como un verdadero eje de prosperidad futura. De ahí la apuesta llevada a cabo por la asociación Ferrmed

„constituida apenas unos días más tarde, el 5 de agosto del mismo año 2004„ para impulsar el transporte de mercancías por ferrocarril desde el Rin al Mediterráneo occidental. Se trata de un eje que desde el Mediterráneo sigue el curso de los ríos Ródano y Rin, pasa por la Europa central y llega, atravesando también un estrecho marítimo, en el Báltico, hasta Escandinavia. Un área que incluye al 54 % de la población europea, alcanza al 66 % de su Producto Interior Bruto y conecta además, los puertos marítimos y fluviales que realizan el 80 % del tráfico de contenedores de la Europa comunitaria.

El eje por el Mediterráneo occidental es necesario para nuestra prosperidad económica y social futura. Las decisiones que se toman hoy, en materia de infraestructuras, condicionan para siempre nuestro porvenir. Descolgarnos de las conexiones europeas, en una sociedad cada vez más globalizada, supone ausentarnos de los ejes de la verdadera prosperidad. Con un porcentaje cada vez mayor de población viviendo en las grandes ciudades, sólo aquellas que aporten un plus de conectividad tendrán los servicios avanzados que demanda una sociedad cada vez más competitiva. Las ciudades, las ferias, los aeropuertos, los puertos, que no ofrezcan unas buenas conexiones tendrán unos costes añadidos que los situarán en inferioridad de condiciones respecto a su entorno. Este es el verdadero reto al que nos enfrentamos para conectar con Europa desde nuestro ámbito físico y humano, para lo cual, como dijera el geógrafo Pierre Deffontaines, el arco mediterráneo resulta ser el eje natural.