Decía Gandhi que el que retiene algo que no necesita es igual a un ladrón. Quizá me arrepienta de por vida pero el pensador indio estaba equivocado, pues dicha afirmación es correcta en cualquier lugar del mundo, pero no en Valencia ciudad.

Evidentemente, uno lucha por la justicia social para combatir muchos de los males de este capitalismo elitista que promociona la exclusión social y recurre a las crisis económicas para ordenar la riqueza. Sin caer en la caridad, es necesario dar aquello que no se necesita y que en algún momento de nuestras vidas jugó un papel. La sociedad debe responder cuando los gobiernos se muestran incapaces. O más bien nulamente dispuestos. Pero no al estilo de «Entre todos», el programa de TVE, donde sólo se promueve la caridad y la limosna fácil para limpiar conciencias.

Bueno, todo ello viene a cuento de que uno intenta donar en Valencia y no siempre es fácil. El maletero del coche lleno fue paseado por toda la capital del Turia con objetivo de ofrecer, a alguien que lo necesitara más, ropa y juguetes. La Beneficencia hace mucho que es un museo y la Casa de la Caridad, oh sorpresa, no recoge dicho material y sólo ofrece un folio informativo sobre la ubicación de los contenedores oficiales de recogida de ropa en la ciudad, los naranja de Cáritas. Veinticinco en toda Valencia. Las otras opciones son alguna parroquia o entidad con horarios de recogida. No se le ocurra pasar a otra hora o la bronca está servida. Ha pasado.

Resignados y sabiendo que sólo podríamos dar la ropa, nos desplazamos a un contenedor naranja, donde casi me dejo un brazo para que las bolsas entrasen. El diseño no es su punto fuerte. Una auténtica odisea que pueden hacer tirar la toalla a algunos muy bien intencionados que quieran colaborar a disminuir las injusticias.

Los juguetes siguen en el maletero, esperando a las campañas de Navidad, cuando la caridad se expande hasta límites insospechados. Podrán entonces jugar los niños de familias sin recursos, expandiéndose así su creatividad y pudiendo olvidar durante unas horas la difícil situación que viven en sus casas. Pero sólo durante unos días. Como cuando los juguetes se guardaban el 7 de enero para volverlos a regalar el siguiente día de Reyes. Hace sesenta años.