Uno de los juguetes que más me gustaban de cría era una cocinita que me trajeron en Reyes con armarios para meter las sartenes y las ollas enanas y con un grifo del que salía agua para lavar los platos. Pese a este prometedor inicio, ahora soy una ferviente fan del lavavajillas y la necesidad ha obligado a mi pareja a convertirse en el cocinero de la casa porque, por mí, nos alimentaríamos a base de cereales de paquete. Mi hija, de cría, coleccionaba barbies, se llenaba el pelo de floripondios y no perdía la mínima oportunidad de ponerse el disfraz de princesa. A la hija de mi vecina le iba más echar carreras con los críos en la calle, y su madre llegó a hartarse de cambiar las muñecas que le regalaban por peluches o legos.

Tanto mi hija como la de mi vecina estudian ahora Derecho y Administración de Empresas pero igualmente cualquiera de ellas podría haberse dedicado a la peluquería, a la química cuántica o a la repostería. Reconozco que me irrita muchísimo ojear los catálogos de las jugueterías ahora que viene la campaña de Navidad y encontrar, como siempre, los juguetes divididos por sexos. Me dan repelús esas páginas en las que todo es de color rosa y tonos pastel llenas de muñecas, peluches con lazos y kits de maquillajes en las que juegan las niñas, o esas más oscuras de electrónica y videojuegos ilustradas con niños; pero ya hace tiempo que dejó de preocuparme. ¿O es que alguien cree que porque una niña juegue con muñecas y cocinitas no se va a interesar cuando crezca por la medicina, por el periodismo o por la arquitectura?

Hay un anuncio de una empresa de juguetes para niñas circulando por las redes sociales que muestra a tres crías «cansadas de ser princesas» que construyen una ingeniosa maquinaria con artículos cotidianos entre los que incluyen los juegos de esa firma mostrando su deseo de ser ingenieras.

El anuncio es impecable, las niñas son tres trastos encantadores, la música pegadiza y el mensaje absolutamente correcto al instar a las crías a optar por juguetes que estimulen su cerebro. Perfecto. Todo lo que fomente la igualdad es bienvenido, pero tampoco nos volvamos locos. Regalar a tus hijos juegos de construcción no los va a transformar en arquitectos, ni andar a los seis años peinando a todo el mundo les va a convertir en peluqueros.

Lo importante es que sean conscientes, ellos y ellas, de que sus únicos límites son los que les impongan su esfuerzo y su cerebro. Y que jueguen a lo que les dé la gana. Tan ridículo es limitar el juego de las niñas a las muñecas como prohibírselas. ¿O es que para ser ingeniera tienes que odiar el color rosa?