El presidente del Consell de Cultura, Santiago Grisolía, no quiere que la entidad se pronuncie sobre el planeamiento para el barrio del Cabanyal, en Valencia, que se mantiene paralizado a la espera de un acuerdo trilateral de difícil ejecución. «No toco eso ni con una lanza de diez puntas», dijo ayer para diversión de los suyos y desesperación de los rivales, resumiendo el envenenamiento en que se ha visto sumido el futuro del antiguo poblado de pescadores. Ayuntamiento y Generalitat tienen que cambiar el plan actual, pero creen que pueden hacerlo manteniendo la prolongación de Blasco Ibáñez y sin que el Ministerio de Cultura vuelva a considerar ´expolio´ esa actuación, como hizo el gobierno de Zapatero. Es como cuadrar el círculo. Por cierto, la reforma del plan precisa de tantos informes y plazos como uno nuevo. Grisolía tendrá que mojarse. Y si el plan pasa, los disconformes iniciarán una nueva ronda de recursos que durará décadas, como con el actual.